Ofrecemos una alternativa a los funerales en tiempos de coronavirus. Toda despedida de un ser querido debe ser digna. Exploramos aquí lo más sensato para un buen duelo y dar un despedida emotiva a un ser querido fallecido.
El coronavirus SARS-CoV-2, un virus parecido al de la gripe y con síntomas similares, sólo que algo más contundentes y más contagioso, se ha convertido en una obsesión global.
Los virus de la gripe, en determinadas condiciones matan, especialmente a las personas de edad avanzada. La muerte cuando aparece la acompañamos siempre de una ceremonia de despedida o funeraria. En tiempos de coronavirus los funerales no se detienen.
La amenaza potencial de matar con la que se ha agitado este coronavirus no se corresponde con el pánico global que se ha infundido. La presión de los medios de comunicación sobre esta gripe virulenta jamás se había dado en la historia reciente.
La Organización Mundial de la Salud ha presionado a los gobiernos bajo unos criterios dudosos. Se ha forzado que los países declaren el Estado de Alarma confinando a toda la población sana en sus hogares para frenar la pandemia COVID-19.
Más allá del debate y de las consecuencias o la justificación de las medidas coercitivas dictadas en el Estado de Alarma, se ha publicado un protocolo de procedimiento para el manejo de cadáveres de casos de COVID-19. En síntesis, este protocolo limita la asistencia física a la ceremonia funeraria cuando se trata de un fallecido por el virus
En cualquier caso, toda persona fallecida durante este confinamiento de la primavera 2020 en España y media Europa no podrá celebrar su funeral en condiciones dignas. Las familias no puedan llevar a cabo una despedida emotiva como cualquier ser humano al morir merece.
Nada de abrazos o besos, nada de desplazamientos para velas y condolencias. La COVID-19 ha provocado que una ceremonia fúnebre se limite a los familiares más directos.
A continuación, ante las limitacions impuestas por el Estado de Alarma, exploramos aquí la forma más sensata de proceder en la organización del funeral para un buen duelo y dar un despedida emotiva a un ser querido fallecido durante este período.
El Estado de Alarma (eufemismo de un estado de excepción y de recorte de libertades democráticas básicas) persigue evitar todo contacto humano o reducirlo al mínimo. Los científicos saben que el SARS-CoV-2 no se transmite desde un cadáver. Sin embargo, el resultado final ha sido limitar la asistencia a velatorios y funerales.
Algunas funerarias han reducido las velas de difuntos a solo cuatro horas (la media suele ser 24 horas) y limitar la asistencia a un máximo de 15 personas.
Sin embargo, si el fallecido es por el SARS-CoV-2, entonces se limita a un máximo de 4 personas.
En definitiva, con estas normas no se puede celebrar una ceremonia de despedida con dignidad. El colmo es que en contrapartida algunas funerarias se ofrecen a transmitir la ceremonia por internet en streaming.
También se da la opción de realizar la inhumación o la incineración y posponer la ceremonia de despedida sin el cuerpo presente cuando la crisis por el coronavirus haya remitido.
Algunas empresas ofrecen asistencia psicológica adicional para ayudar en el duelo ante la imposibilidad de la despedida como cualquier ser querido se merece.
Como si de tiempos de guerra se tratara, se pondera la gestión del cadáver sobre la despedida emocional. Sin embargo, no estamos asistiendo ni a un conflicto bélico ni a una pandemia, entendida como una proceso en el que los cadáveres se amontonan por todas partes.
Si en los hospitales el personal sanitario puede trabajar con indumentaria preventiva, los asistentes a una ceremonia fúnebre no deberían estar excluidos de esta posibilidad.
Pero está claro que estos equipos preventivos (!) supondrían un gasto funerario extra que no se justificaría. Recordemos que la industria funeraria sirve esencialmente a la rentabilidad económica que caracteriza su negocio.
El Gobierno permite los desplazamientos para trabajar pero no considera los funerales como algo inaplazable por razones humanitarias, incluso frente a la amenaza por el coronavirus. Esto nos muestra la incongruencia o el despropósito que hay detrás de las medidas de confinamiento.
Evitar el encuentro humano en un funeral no sólo es desproporcionado (se puede mantener perfectamente la distancia de 1,5 m) y tampoco es justificable en términos de efectividad para reducir el contagio.
El confinamiento por el coronavirus SARS-CoV-2 no debería descuidar los aspectos ligados a la dignidad humana. Toda familia afectada por un deceso debe poder tener un funeral digno para un buen duelo.
El proceso de duelo nunca es fácil, pero este debe permitir que las personas que pierden a un ser querido puedan expresarse con toda la intensidad emocional que se precisa. A esta finalidad deberían responder las ceremonias fúnebres o funerales en estos tiempos de coronavirus.
La prohibición del contacto humano y el confinamiento general que impide despedir a un ser querido con dignidad, exige ser valientes y apostar por un ritual que conduzca a un duelo correcto.
La mejor opción es apostar directamente por la cremación directa, es decir, proceder a la incineración sin ceremonia y posterior entrega de cenizas a los familiares.
En otras palabras, el fallecido va de su hogar o el hospital directo al crematorio, sin necesidad de ataúd (los reglamentos de policía mortuoria de la mayor parte de España lo permiten) y allí se programa su incineración.
Esta opción puede parecer poco humana de entrada. Una vez se ha gestionado la cremación y la familia dispone de las cenizas, estas son el mejor testimonio para organizar un acto de despedida digno, emotivo y planificado.
La cremación directa cumple con la legalidad de gestionar el cadáver. Este proceso abre el tiempo (y con las restricciones del confinamiento más) para preparar un guión ceremonial cuando se levante el confinamiento, que sea emocionalmente intenso como se merece toda despedida fúnebre.
Cerrar el nicho y aplazar la colocación de la lápida memorial
En el caso que se escoja la inhumación por qué se disponga de tumba o nicho, o así lo ha estipulado el fallecido, lo recomendable sería que se proceda a la misma, pero sin colocar la lápida memorial.
De este modo, se podrá organizar un acto de despedida en el cementerio y aprovechar para colocar la lápida memorial pasada la crisis. Pocas funerarias ofrecen esta opción, pero legalmente no pueden negarse a ello.
Tanto en el caso de la cremación directa como la inhumación la familia puede también optar por una ceremonia religiosa. La iglesia católica ofrece la posibilidad de celebrar un oficio litúrgico sin el cuerpo presente en memoria del fallecido cuando se solicite.
Este acto litúrgico puede ser organizado en una fecha apta para su celebración según la disponibilidad de la iglesia. Es la única alternativa.
Dadas las medidas de excepción ante el fallecimiento de un ser querido, no lo dude. No organice o contrate ningún velatorio exprés ni una despedida de mínimos o retransmitida en directo como si fuera la misa televisada de los domingos.
La experiencia de una ceremonia fúnebre es fundamental para un buen duelo posterior. Que esta sea aplazada no es el problema.
Lo fundamental es que el rito fúnebre planificado pueda ser emotivo. No es recomendable salir del paso con una ceremonia que no cumple con los esquemas básicos de la sensibilidad humana.
Que en un funeral no se puedan dar ni besos ni abrazos es una perversión que deja mella. Por tanto, lo recomendable es conseguir la disposición del cadáver, ya sea incinerado o inhumado y aprovechar el confinamiento para preparar una ceremonia planificada desde el corazón.
El confinamiento tiene un lado positivo y es que por una vez hay la posibilidad de salirse de las achuchadas prisas a las que someten las funerarias españolas para resolver todo en poco más de 24 horas.
Tiempo para planificar
El coronavirus da la oportunidad para tomarse el tiempo de planificar funerales sin el cuerpo presente, pero con las cenizas o frente al nicho o tumba.
Una ceremonia religiosa también puede prepararse con más alma que una convencional con tiempo. El tiempo, siempre permite que todo tenga más corazón.
Las prisas de los funerales no son precisamente amigas de facilitar la emocionalidad intensa que se merece toda despedida.
Aplazar una ceremonia de despedida fúnebre en estos tiempos de confinamiento es lo más recomendable para dar una despedida digna a un ser querido.
De la mano de un artista de land art y un terapeuta, en algunas playas de la región de la Vendée (Francia), según los movimientos de las mareas, han propuesto un singular recuerdo fúnebre: dibujar un mandala de varios metros de largo sobre la arena .
Es una iniciativa para homenajear, es decir, para tener una verdadera vivencia de memoria con el ser querido fallecido.
Se trata pues de participar en su elaboración de un mandala sobre la arena (son unas 4 o 5 horas). Con esta vivencia también se establece un verdadero miomento de comunión que conecta a la familia. Una hermosa metáfora de una obra que después la marea desdibujará.
Esta es una iniciativa de un artista autodidacta que él mismo perdió a un hijo, y hoy tiene en su corazón acompañar con su don artístico a las personas afectadas por el luto.