La vela es la etapa intermedia del cadáver entre el lugar del fallecimiento y el destino final. Esta puede ser en un tanatorio o en el domicilio del difunto. La mayoría de los reglamentos de policía sanitaria mortuoria de las comunidades autónomas españolas permiten la vela en casa.
Los velatorios o vigilias, tradicionalmente se hicieron en la vivienda del difunto ya que la mayoría de las personas morían en casa. A partir de la segunda mitad del siglo XX, con la implantación de los servicios hospitalarios públicos, más personas empiezan a morir en hospitales y eso hizo replantear las velas fúnebres.
En 1968 se crea en Barcelona el tanatorio Sancho de Ávila, el primero en el Estado español con salas de vela el cual además introduce el concepto de velatorio fuera del domicilio familiar.
Las empresas funerarias españolas disponen de salas de vela o velatorios en los llamados tanatorios. En 2020, el sector funerario en España contaba con unas 2.525 instalaciones con 7.050 salas de vela, para una media de 1.350 fallecimientos diarios; en otras palabras, que existen 5,2 salas de velatorio por fallecimiento. Estas salas se equipan con cámaras refrigeradas para exponer el fallecido. (1)
Lo cierto es que los velatorios de los tanatorios suponen un alivio para las familias cuyo domicilio no facilita atender las condolencias de familiares y amigos.
El modelo de alquilar una sala de vela en un tanatorio es cómodo para la familia y altamente lucrativo para las empresas funerarias.
Los tanatorios disponen de salas de vela, pero también de oratorios, salas de actos y de dependencias equipadas para la preparación del cadáver.
Sin embargo, hay personas que desean morir en casa y por tanto que la vela sea en su vivienda habitual donde fallecieron.
Los pocos días entre el final de la vida y el entierro a veces deja suficiente tiempo para darse cuenta de la partida del ser querido.
Es un momento especial que invita a compartir con el difunto, para velar por él, para acompañarlo. En algunas otras tradiciones incluso hay personas con el arte del acompañamiento, las doulas del final de vida.
La vela fúnebre de hecho se inicia una vez la persona fallece y permite acompañar el cuerpo del difunto durante las horas previas a su inhumación o incineración.
Desde la medicalización del final de la vida y la profesionalización de los servicios fúnebres, los familiares de los fallecidos han sido expulsados de todas las etapas del funeral.
Ninguna familia participa de la preparación básica del cuerpo (limpiarlo, asearlo y vestirlo). Todo se ha diseñado para que no cuidemos de nuestros muertos.
Por eso, tomar la decisión de mantener a los fallecidos en casa es complicado. No porqué las normas lo impidan, sino por una condición cultural.
En casa el miedo a una convivencia demasiado estrecha entre los muertos y los vivos invade a la mayoría de las personas.
Esto es así porqué se nos ha despojado de la cultura ancestral del cuidado de nuestros muertos.
Si bien puede parecer inconcebible la vela de los fallecidos en casa, esta presenta muchos aspectos beneficiosos.
El aspecto principal de tal decisión es acompañar al difunto hasta el final sin abandonarlo en ningún momento. La vela en el domicilio donde el fallecido vivía facilita la intimidad en el proceso de despedida.
Para algunas culturas el alma del difunto debe acostumbrarse a la pérdida del cuerpo físico, y que este permanezca en su vivienda habitual le ayuda.
Hay personas que por convicción personal no quieren ser trasladados como una mercancía una vez fallecidas y quieren que el último viaje sea a su gusto, en intimidad.
Ver al difunto en casa puede permitir una aproximación muy especial en esta etapa de transición. Esto será esencial para facilitar el duelo natural.
Otra ventaja es claramente económica. Si el fallecido muere en su casa y permanece allí, la familia estará exenta de algunos de los costes del servicio funerario, especialmente del alquiler de la sala de vela en el tanatorio y servicios adicionales varios.
Abrir el hogar de la familia del difunto a otros familiares, amigos y conocidos obliga a disponer de una logística básica, como recibir, quizás facilitar que alguien vaya al lavabo, y sobretodo espacio para acoger.
Es evidente, que según las relaciones del fallecido y la tipología de la vivienda, no sea nada adecuada recibir visitas en el domicilio del difunto.
Sin embargo, la vela en casa no obliga a recibir visitas ya que estas pueden concentrarse todas en el ritual de despedida en la iglesia o sala del tanatorio.
Por eso, lo más importante es definir como querremos que las familiares, amigos y conocidos puedan participar en la despedida de un ser querido por ellos.
Para iniciar la organización de la vela en casa hay que llamar a la empresa funeraria que valoremos y esta se traslada al domicilio con el ataúd seleccionado.
Podemos exigir que no se le haga ningún acondicionamiento y que lo coloquen en el féretro simplemente envuelto en una mortaja. En España, por falta de tradición, acaba siendo el personal de la funeraria quiénes enferetran el cadáver dentro del ataúd escogido previamente.
En zonas con temperaturas más altas es aconsejable que se ubique sobre el cuerpo del difunto algun producto retardante de la putrefacción. Los hay ecológicos e inocuos que simplemente se depositan sobre el cuerpo como el Bio Sac 200.
No hay que dejarse convencer de emplear otros productos para la conservación transitoria que no sea este. El Bio Sac 200 es un producto barato, y que nos permitirá estar más tranquilos de que no habrá olores desagradables.
En algunos países del ámbito de la cultura no católica, se enseña a preparar el cuerpo del difunto y enferetrarlo por parte de los familiares. Hay vídeos sobre el tema.
La vela en casa hace que provisionalmente el domicilio se convierte en lo que legalmente se conoce como domicilio mortuorio.
La mayoría de los reglamentos de policía sanitaria mortuoria de las comunidades autónomas españolas permiten la vela en casa o en el domicilio mortuorio (ver normativa en el País Vasco, Catalunya, Baleares o Andalucía, a modo de ejemplo).
Sin embargo, algunas empresas funerarias engañan diciendo que no es posible o incluso pueden estafar sobre los servicios que realmente se precisan cuando se hace la vela en casa (como querer llevar el difunto al tanatorio para prepararlo, y cobrar por ello sin ser necesario, etc.).
También se puede hacer la vela del difunto en salas de velatorio gratuitas de algunos hospitales (siempre que el fallecimiento se produzca en un hospital).
Recordemos que aunque la persona fallezca en un hospital, el velatorio también se puede hacer en el domicilio. En este caso hay el coste del traslado (con coche fúnebre por normativa) primero del hospital al domicilio y después del domicilio al tanatorio, iglesia, etc.
Acabada la vela del fallecido hay que proceder con la ceremonia de despedida o rito funerario. Esta puede ser religiosa (opción escogida por la mayoría de la población) o laica (menos habitual, en parte por falta de experiencia).
La opción más común para velar a los difuntos en nuestra sociedad es en los tanatorios gestionados por las empresas funerarias. Pero hay otras opciones, aunque las empresas funerarias a menudo no lo ponen fácil.