Últimas palabras
Las pacientes: Marie Hox y su nieta Nicole Hox, Léon Dereppe y esposa Alice Frambach, Anne Dubois, Claudien Hugonnard, Michel Lombard y esposa Agnès Ries, Vinciane Bonsignore, Zigfried Pohl y su nieto Michel Purage, Sylvia Guerin, la madre de Clara Dupont.
Los/as médicos: Dr. François Damas, Frédéric Bustin, Dr. Anne Coenon, Dr. Léon Constant, Dr. Antoine Evrad, Dr. André Louon, Dr. Jean Marie Guiot, Dr. Sabine Wauthier.
Últimas palabras, es un documental que nos adentra en la vivencia del proceso de final de vida. Para ello nos transporta a la sala de consulta de un hospital público en Bélgica. donde un médico recibe a sus pacientes. Todos ellos son hombres y mujeres, a menudo acompañados de un familiar.
La mayoría están gravemente enfermos, en fase terminal y buscan una segunda opinión ante lo que va a ser su decisión para el final de vida. El análisis y valoración de sus circunstancias lo asume en este documental el Dr. François Damas del Hospital de Liège.
Estas personas son informadas en cuanto a las circunstancias de su solicitud de eutanasia y lo que la ley les permite (en este caso en Bélgica que tiene aprobada la eutanasia desde 2022).
Los diálogos entre el doctor y las pacientes son francos, intensos y de una abrumadora autenticidad. Les mots de la fin (literalmente, Las palabras de el Fin) muestra estos encuentros, desde la discreción y el respeto.
El Dr. Damas muestra su profesionalidad y a la vez su emoción porqué, como reconoce, en cada eutanasia que realiza se rompe el vínculo para construir el camino.
Un documental tan lleno de sinceridad y dulzura que permite de forma magistral una reflexión serena sobre la eutanasia. La eutanasia es una realidad posible en España, al igual que en Bélgica donde se ha filmado el documental.
>> Descargar el dossier de prensa (en francés) elaborado por la productora.
Reflexión viva sobre la eutanasia (1)
El doctor François Damas es quién conduce realmente el documental. Entrevista a la Sra. Marie Hox, que padece ELA y ahora que tiene el visto bueno para morir está mucho más tranquila, y espera la muerte con una sonrisa.
El Sr. Léon Dereppe, con varias enfermedades graves, apenas camina 10 o 15 metros y prefiere morir a deteriorarse poco a poco y ser dependiente.
El tercer caso es el de Anne Dubois, una señora con cáncer avanzado, que se emociona cuando trata de verbalizar su situación y sus deseos. Cuando comenta que no quiere que su hijo de 21 años la vea agonizando, el médico le insta a prepararse: “Para ellos podría ser algo fundacional, en términos de la transmisión del legado que les quedará, al tener una madre que se fue de esa manera”.
Así es. La eutanasia nos plantea un reto: que no solo la persona que muere, sino todo su entorno cercano, viva la muerte voluntaria como una liberación. Ese es el legado: "vivió y murió como ella deseaba".
La importancia de hablar con la familia, para que todas las personas implicadas conozcan la situación y evitar reacciones violentas, es algo que se recalca en los fragmentos de una sesión clínica sobre final de vida. También se mencionan las dificultades de los profesionales: “Nadie quiere una espada de Damocles, pero el miedo no debe detenernos, porque no habría eutanasias”. Y las dudas sobre la conveniencia de ayudar a morir en Bélgica a ciudadanos franceses.
A continuación, un percusionista, el Sr. Michel Lombard que abandonó la música por una Esclerosis Múltiple, comparte la dificultad de fijar una fecha para la eutanasia solicitada: “es algo excepcional, incomprensible a la hora de asumirlo”, “porque yo amo la vida, es así de simple. Pero esta vida no”. Ha sido demasiado doloroso desde el inicio, y ya no lo aguanta más. “Quiero que cese, quiero que pare”. El médico insiste en el proceso deliberativo y le invita a hablar con su médico de cabecera en Francia, “para llegar a la conclusión de que el momento es el acertado y la decisión va a ser buena para usted”. “Un camino que finaliza en eutanasia debe construirse. Es una muerte elegida, programada, que debe preparar con su entorno.” Finaliza la entrevista con un comentario político: "Me dan vergüenza, sólo nos escucha y dicen: Si, si, pobrecito. Ya, claro. Pero ya está.”
El documental no huye de la complejidad y nos muestra el rechazo de una solicitud de eutanasia argumentada por sufrimiento psicológico, de una señora con un intento de suicidio dos años antes: “sé que podría tirarme a las vías del tren, pero por mis hijos no quiero hacer eso”. "Debe hablar con sus hijos -le dice el médico -, de lo contrario, morir sin avisar, sería catastrófico". Y luego hace una afirmación que le invita a la reflexión: "Si la familia no lo acepta, sería transferirles su sufrimiento a otras personas, lo cual no sería una solución al problema". Y concluye: "Creo que todavía tiene otros recursos, otras opciones".
Luego aparece el Sr. Zigfried Pohl, un anciano en duelo por la muerte de su mujer (60 años de matrimonio), quién había hecho la solicitud de eutanasia, pero que se presenta ante el Dr. Damas para manifestar que quiere vivir y renunciar a su solicitud. Y entre sus reflexiones, gracias a haber hablado con un psicólogo, afirma: “Hay mucha gente esperando a morir. Yo hago lo mismo”.
Asistimos también a la preparación de la eutanasia del Sr. Lombard, quién ha escogido día y hora. Así que a las 13:30h del día fijado entra el Dr. Damas en la habitación del hospital donde el paciente está rodeado con su familia. Mientras, vemos el paisaje de los alrededores del hospital y se escuchan sus últimas palabras de despedida y las de su familia.
La traca final es la visita del Dr. Damas al domicilio de Sylvia Guerin, madre de una joven de 24 años, Clara Dupont, a quién le practicó la eutanasia en su casa. A su testimonio, no hay nada que añadir.
“Una cree que está preparada, pero en realidad nunca lo está. Todos los que estaban en la habitación la tocaban. Estaba rodeada. Es una suerte poder hacerlo en casa, rodeada de sus seres queridos. Luego hizo una broma, que nos hizo reír a todos. Y después, le dijo a usted: Ya está, estoy lista. Y una se queda… Es algo muy fuerte, porque es dejar ir.”
“Clara estuvo enferma durante tres años y medio antes de llegar a esto. Muchas veces pensamos que moriría, estaba en un coma profundo. Por tanto, también sentimos tranquilidad al decir: Ya se ha ido, ya no sufre. Y es muy reconfortante saber que ya no está sufriendo. Y por eso es una tranquilidad, aunque solo tuviera 24 años. Para ella fue un alivio y, por tanto, fue un alivio para nosotros. Y nos dejó tiempo para comprender su decisión. Llegamos a ese día con una sensación de ligereza, de delicadeza… Y yo creo que ella estaba feliz de que la acompañáramos y de que la entendiéramos.”
“Ella tenía muchas ganas de irse. Si quieres a tu hija, que quiere marcharse, es normal hacerlo. Yo le di la vida, y la ayudé a pasar al otro lado. Creo que es natural. No creo que negarse sea una prueba de amor. Demostramos más fuerza haciéndolo que huyendo de ello. Y creo que eso fue muy importante para ella, poder decir: En cierta manera, me voy con… vuestra aprobación.”
“Creo que también es muy duro el momento en el que la persona dice: Estoy lista. Y ocurre muy deprisa, muy rápido.” El médico también se emociona, confiesa que cuando habla de sus experiencias de eutanasia le cuesta controlar sus emociones. Es después de la muerte, a veces de una manera intensa, porque la ruptura del vínculo que se ha construido previamente le hace sentirse desamparado. La madre añade: “Pero es cierto que, en el momento, es dulce. Es algo muy extraño. Es rápido, es tranquilo. Es dulce y, luego, se acaba.”
1) Excepcionalmente reproducimos el post del autor del web morirencasa.es dada que ya incluye una acertada recopilación de diálogos del documental.