El mundo visto a los ochenta años  es un libro póstumo del genial científico español Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) que en 1906 compartió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina. Publicado tras su muerte se convirtió en un libro clásico y que ha sido reeditado numerosas veces. 

El sabio español escribió desde la visión de un hombre octogenario, pero incesante observador de la naturaleza humana.  El libro no solo aborda los muchos e irremediables problemas físicos que trae consigo la senectud (desde la presbicia o imposibilidad de mirar de cerca o al insomnio y sus deplorables consecuencias, por citar algunas).

Cajal no puede estarse como hombre culto de opinar sobre algunos asuntos fundamentales que su patria no había resuelto y que según su visión lastraban al país.

Se estructura en cuatro partes, la primera dedicada a las decadencias seniles que se observa, la segunda, analiza la decadencia social de la España de la época.

En la tercera parte retoma interesantes reflexiones sobre las teorías de la senilidad y de la muerte con los hipotéticos remedios o paliativos propuestos por algunos optimistas que remata en la cuarta parte con paliativos y consuelos de la senectud.

En este última y cuarta parte son sus reflexiones más perspicaces como cuando argumenta el retorno a la naturaleza como paliativo de las miserias de la vejez.

Es un libro pues que denuncia una evolución social que el científico pone en duda; y especialmente lo hace con vehemencia sobre la escasa vocación estatal por impulsar la investigación científica, aun reconociendo la buena cantera que el país proporciona humanamente.

Es un libro profundamente testimonial de un solitario y descreído octogenario, pero que también podría pertenecer a nuestro tiempo y a nuestra circunstancia histórica más actual. Esta interesante edición aporta además un esclarecedor prólogo del médico y escritor Javier Sanz.

Reflexiones imprescindibles un siglo después

Santiago Ramón y Cajal no sólo nos legó una importante aportación científica, sino también el testimonio de un hombre que alcanzó la senectud desde la plenitud vital.

"En mi calidad de anciano que sobrevive, no puedo menos de cotejar los luminosos tiempos de mi juventud, ennoblecidos con la visión de una patria común henchida de esperanzas, con los sombríos tiempos actuales, preñados de rencores e inquietudes. Convengamos, desde luego –y eso nos lo echan en cara diariamente los extranjeros–, en que moramos en una nación decaída, desfalleciente, agobiada de deudas, empequeñecida territorial y moralmente, en espera angustiosa de mutilaciones irreparables".

"Al leer en nuestra conciencia, quedamos un poco aturdidos. El yo, no obstante las traiciones y eclipses de la memoria, sigue considerándose como eje de nuestra vida interior y exterior, a despecho de un cuerpo decrépito que nos sigue jadeante y como a remolque en nuestras andanzas fisiológicas e intelectuales".

Su pluma es optimista, pero no deja en el tintero la visión más pragmática de la realidad que le rodea: "La Humanidad gira con aburrida tenacidad, como hace diez mil años, en torno a estos cuatro centros de atracción: El alimento, el amor, la holgazanería y el afán de dominio. No ha sabido inventar una pasión nueva ni un vicio inédito”.

Índice del libro

Introducción
PARTE PRIMERA
Capítulo I. Decadencias sensoriales.
Capítulo II. Las maravillas de la audición y su decadencia senil
Capítulo III. Otras limitaciones orgánicas.
Capítulo IV. Las traiciones de la memoria senil.

PARTE SEGUNDA
Capítulo V. Los cambios del mundo exterior.
Capítulo VI. Las costumbres.
Capítulo VII. Reivindicaciones femeninas; modas y costumbres masculinas.
Capítulo VIII. El delirio de la velocidad.
Capítulo IX. El anciano juzgado por los jóvenes.
Capítulo X. La juventud actual.
Capítulo XI. El devorador maquinismo de los países civilizados.
Capítulo XII. La atonía del patriotismo integral.
Capítulo XIII. La degeneración de las artes.

PARTE TERCERA
Capítulo XIV. Concepciones pesimistas de la decadencia senil.
Capítulo XV. Continúan las teorías de la senilidad y de la muerte; concepciones optimistas.
Capítulo XVI. Evocación de Ponce de León; el ansia irremediable de inmortalidad fisiológica.

PARTE CUARTA
Capítulo XVII. La templanza o vida morigerada.—Régimen dietético y moral.—Consejos de Descartes y Condorcet.—El prurito de escribir.—Lectura de cartas emocionantes.—Abstención de la política
Capítulo XVIII. Las excursiones pintorescas y artísticas - colecciones fotográficas de países extraños.
Capítulo XIX. El retorno a la naturaleza como paliativo de las miserias de la vejez
Capítulo XX. La distracción de la lectura.
Capítulo XXI. Continuación de los solaces de la lectura; clásicos romanos y españoles; algunas obras extranjeras.