Mortalidad
El 8 de junio de 2010, durante la gira de promoción de su libro de memorias, Hitch-22, un insoportable dolor en el pecho y el tórax dejó postrado a Christopher Hitchens (1949-2011) en su habitación de hotel en Nueva York.
Mortalidad, es la obra póstuma de este periodista escritor, que se hizo famoso con el libro Dios no es bueno (Debate, 2008), sobre el ateísmo y la naturaleza de las religiones, se convertiría en un best seller mundial desde su aparición en 2007.
Hasta su muerte en Houston el 15 de diciembre de 2011, siguió escribiendo con la misma frecuencia y brillantez que siempre, asombrando a sus lectores con su capacidad de trabajo en las peores condiciones.
Durante su enfermedad, un cáncer de esófago, Hitchens rechazó insistente y gallardamente el consuelo de la religión, y prefirió enfrentarse a la muerte mirándola de frente. Su muerte se convertiría en espectáculo: la muerte de un ateo recalcitrante.
Icono del movimiento ateo mundial , intelectual de grandísima influencia, de odios acérrimos y fidelidades casi místicas, «Hitch», como era llamado en su ambiente, se declaró siempre defensor de las ideas del Siglo de las Luces y de Voltaire.
Un relato aleccionador
En este emocionante relato de esos meses, Hitchens describe los tormentos de la enfermedad, discute sus tabúes y analiza cómo transforma la experiencia humana y cambia la relación del enfermo con el mundo que le rodea.
En algún momento, humano a fin de cuentas, se hará las preguntas aparentemente «banales» que se haría cualquiera, ateo o no, en su situación: «¿Realmente no viviré lo suficiente para ver cómo se casan mis hijos?».
Entre sus palabras claravidentes: "El carcinoma trabaja astutamente desde el interior hacia el exterior. La detección y el tratamiento trabajan a menudo más despacio y a tientas, desde el exterior hacia el interior. Se hundieron muchas agujas en la zona de mi clavícula —«El tejido es la cuestión» es un eslogan de moda en la lengua local de Villa Tumor— y me dijeron que los resultados de la biopsia podrían tardar una se mana".
Sin dar su brazo a torcer, orgullosamente resistente a modificar su activismo contra Dios, y menos aún en el último y temeroso momento.
Él mismo lo narra con su eterno y saludable -si así se podía llamar en su situación- sentido del humor, que nunca le abandonó.
Un libro, intenso y poderoso, atravesado de su característica inteligencia, que es el testamento de Hitchens. Un legado en forma de obra literaria valiente y lúcida, una afirmación de la dignidad y de valor como ser humano.