Querido hijo, es el viaje de unos padres dolientes por la muerte de su hijo adolescente repentinamente golpeado por un tren cuando pintaba grafitis con dos amigos. Unos padres dolientes que se quedan huérfanos, con esa inmensa tristeza y ese tremendo vacío que deja la muerte.
En este libro el periodista Carlos Fresneda ha podido escribir al año del terrible accidente de su hijo para exteriorizar la pena. En Querido hijo se llora con palabras una ausencia y se habla sin tapujos del duelo y de la idea de no volver a besar a un ser querido. Una carta de amor incondicional a quien se fue demasiado pronto.
Todo sucedió muy rápido, Alberto Fresneda (19 años) pintaba grafitis en la zona de Brixton junto con dos amigos cuando sobre las 00:25h del 18 de junio de 2018, saltaron una valla del metro de Londres en Ferndale Road para acceder a la cara interna de los muros, para que sus grafitis se vieran desde el metro. Pintaron sobre la marcha en el puente de Barrington Road y caminaron por las vías, en una ruta llena de grafitis. Por alguno razón cuando se dieron cuenta que venía un tren de frente, intentaron esconderse junto a una pared, pero fueron golpeados por el conboy en Loughborough Junction y murieron inmediatamente a las 01:15h. El conductor no se percató de su presencia. Ocho meses después de aquéllo, el juez de instrucción, Andrew Harris, citó a la familia para que supieran las conclusiones de la investigación. Nada que no supieran ya los padres de Alberto.
A partir de este trágico suceso nace el libro Querido hijo. Escribir, adentrarse en el proceso que conduce a la muerte de un ser querido es una de las mejores opciones para superar el duelo.
Cómo reconoce el autor y haciendo suya una frase de Ana Lamet, quién perdió a una hija en un accidente en su luna de miel: "La escuela del dolor ensancha el corazón. Para aliviar el dolor tienes que proyectarte hacia los demás. Si te lo enquistas en ti mismo, se enquista".
Escribirle al hijo perdido es una manera de mantener vivo su recuerdo, y sin duda la mejor terapia. Como escribe su madre, Isabel en el epílogo, "Exteriorizar la pena es como arrancar una mala hierba. Duele contarlo, pero duele más no contarlo".
Alberto era un joven con inquietudes propias. Lo que para él era "arte" las leyes lo reconocen como una falta ya que a menudo supone el deterioro de bienes privados o públicos. El colectivo de grafiteros al que pertenecía, una especie de hermandad, se arriesgaban.
No es ni el primero ni será el último en caer en las vías; pero, el amor de unos padres por sus hijos va más allá de cualquier consideración ética.
La muerte nos sume en un estado de dolor que hay que diluir cómo sea. La escritura, el buceo por los hechos, por el entorno que lo ha propiciado es imprescindible.
Carlos e Isabel, sus padres, se sumergieron en el mundo de los grafiteros: "Los grafiteros se hacen llamar "escritores" porque su máxima aspiración es dejar constancia de su paso por la vida. A su manera, y con sus errores, Alberto estaba "escribiendo" su vida. Su padre, lo hace de otra manera en Querido hijo para que esta permanezca.
El libro se adentra en un mundo desconocido, el de los adolescentes a los que muchos padres se les escapan por más que se hayan esforzado en darles amor y educación. La juventud siempre ha llevado la semilla de la rebeldía y algunos la expresan más que otros.
De este viaje a las entrañas del mundo grafitero Carlos ha entendido, sobre todo a través de sus grandes amigos como Jed, que la adolescencia es inevitablemente la edad de la fricción, un momento vital en el que precisamente toca rebelarse.
Para los padres puede resultar duro y cómo mucho pueden arroparles en esa travesía, hablarles desde la experiencia, mitigar la fricción. Alberto iba a matricularse en arte y diseño aquel otoño. Su sueño quedó interrumpido en un vía del metro londinense.
El libro recoge más de 80 entrevistas del universo relacionado con Alberto y de quiénes han vivido experiencias parecidas. Todo ello nos adentra en el proceso sanador de conocer mejor aquello que se ha perdido.
Carlos Fresneda reconoce que el libro "Ha tenido un efecto terapéutico, sí. Ha sido como ir sacándose poco a poco una espina, pero al final queda el alivio, y notas cómo la herida va cicatrizando. Lo más curativo fue el proceso: salir al encuentro del dolor de otros. El libro empezó como un tributo personal y acabó convirtiéndose en un viaje compartido". Porqué como cita, Cicerón, y transcrito al final del libro, "Lo que escribes es lo que queda".
Los libros que testimonian una pérdida querida no sólo son terapéuticos para quien los escribe, sino que son un bálsamo para quien los lee, porqué al adentrarnos en el dolor de nuestros semejantes fortalecemos nuestra resiliencia y tonificamos nuestra capacidad para aceptar la inevitabilidad de la muerte como parte de la vida.
Querido hijo es uno de los muchos testimonios vivenciales frente a la muerte que podemos leer. Sin embargo, este parte de una persona, el periodista Carlos Fresneda, cuyo compromiso con la vida simple, ecológica, en armonía con el entorno es ejemplar.
La vida le arrebató a uno de sus hijos, rebelde, hipercreativo, pero de esta experiencia nace un vivencia personal que lo ha enriquecido y que nos lega en Querido hijo. Carta de amor incondicional a Alby, que se nos fue demasiado pronto (2019).
El autor
Carlos Fresneda (Madrid, 1963) se inició como periodista en El País y recibió el Premio Mesonero Romanos en 1987 por su labor informativa. Se unió dos años después al equipo fundador de El Mundo, donde dirigió la revista Metrópoli, antes de ser corresponsal en Milán, Nueva York y Londres, lugar en el que reside desde 2011. Es autor varios libros del que destacamos La vida simple (1998) sobre los excesos de la sociedad de consumo a la busca de nuevos estilos de vida. Los temas sociales y ambientales han sido una constante en sus artículos y reportajes. Es cofundador de El Correo del Sol.