Sobre la vida y la muerte
Sobre la vida y la muerte es un libro de asombrosa claridad, un prodigio de profundidad y concisión: la lección inolvidable de uno de los verdaderos sabios de nuestro tiempo. El libro es una transcripción de las conferencias del fiólósofo, orador y escritor indio Jiddu Krishnamurti (1895-1986)
En este nos revela que el miedo a la muerte no radica en el temor al dolor físico o a abandonar a los seres queridos, sino en el temor de que una parte esencial de nosotros mismos no va a continuar; no queremos saber qué es la muerte, el extraordinario milagro que ésta supone, todo lo que queremos es permanecer. Una obra maestra de profundidad y claridad.
"Hay tres cosas que debemos entender a fondo si queremos captar el movimiento total de la vida: el tiempo, el dolor y la muerte. Comprender esto requiere la claridad del amor. El amor no es una teoría ni es un ideal. El amor no puede enseñarse. Pero uno puede entrar en el amor de manera espontánea cuando comprende de verdad el significativo del tiempo, la profundidad del dolor, la pureza que llega con la muerte".
"La vida es algo total. El dolor, la pena, la angustia, la alegría, las ideas absurdas, la posesión, la envidia, el amor, la dolorosa soledad... todo esto es la vida. Y para comprender la muerte tenemos que comprender la totalidad de la vida, no tomar sólo un fragmento de ella y vivir con ese fragmento, como lo hace la mayoría de nosotros". Krishnamurti se enfrenta pues en esta recopilación con los grandes temas de la condición humana.
Más allá del arte de vivir y de morir
Para Jiddu Krishnamurti, el arte de vivir y el arte de morir son un único movimiento. En la unión entre la vida y la muerte no hay ni principio ni final, por tanto, no hay rastro ni presencia del tiempo. En esa unión, uno vive constantemente con la muerte y uno descubre el significado de la vida y de la muerte mientras vive. Si comprendemos esta unidad entre la vida y la muerte, ambas pueden convivir juntas.
"Sin embargo, si uno vive con la muerte y la vida juntas, entonces no hay ninguna alteración, cada día uno encarna de nuevo, no "uno", algo nuevo encarna cada día, y en eso hay una gran belleza eso es creación, y hay enorme libertad.
La raíz etimológica de la palabra "libertad" es amor, el arte de vivir y el arte de morir, juntos, crean inmenso amor, y el amor tiene su propia inteligencia, no la inteligencia astuta de la mente, sino una inteligencia que no pertenece al cerebro".
"No podemos temer lo desconocido porque no sabemos lo que es desconocido por lo que no hay nada que temer. La muerte es una palabra, y es la palabra, la imagen, lo que crea el miedo. Entonces, ¿podemos ver la muerte sin la imagen de la muerte? Mientras exista la imagen de la que brota en el pensamiento, el pensamiento siempre será esencial para crear miedo. Uno construye su miedo a la muerte y construye una resistencia contra lo inevitable o inventa innumerables creencias para protegerse del miedo a la muerte.
Por lo tanto, hay una brecha entre la persona y lo que le hace tener miedo. En este intervalo de tiempo-espacio el conflicto es el miedo, la ansiedad y la autocompasión. El pensamiento, que engendra el miedo a la muerte, nos advierte: "pospongámoslo, evitémoslo, mantengámosla o lo más lejos posible, no pensemos en ello", pero uno está pensando en ello. Cuando uno se dice: "No voy a pensar en eso", en realidad ya se está pensado en ello y en cómo evitarlo. Entonces el miedo a la muerte existe porque la posponemos.
Hemos separado la vida de la muerte, y el intervalo entre los vivos y los moribundos es el miedo. Ese intervalo, ese tiempo, está creado por el miedo. Vivir es nuestra tortura diaria, el insulto diario, el dolor y la confusión, con la apertura ocasional de una ventana sobre los mares encantados. Eso es lo que llamamos vivir, y tenemos miedo a morir, que es poner fin a esta miseria. Preferiríamos aferrarnos a lo conocido que a lo desconocido: lo conocido es nuestra casa, nuestros muebles, nuestra familia, nuestro carácter, nuestro trabajo, nuestro conocimiento, nuestra fama, nuestra soledad, nuestros dioses, esa pequeña cosa que se mueve incesantemente dentro de nosotros con su propio patrón de limitada de existencia amargada.
Pensamos que vivir es siempre en el presente y que morir es algo que nos espera en un tiempo lejano. Pero nunca hemos cuestionado si esta batalla de la vida cotidiana la estamos viviendo en absoluto. Queremos saber la verdad sobre la reencarnación, queremos pruebas de la supervivencia del alma, escuchamos la afirmación de los clarividentes y las conclusiones de la investigación psíquica, pero nunca , nunca, preguntamos, cómo vivir, vivir con deleite, con encanto, con belleza todos los días.
Hemos aceptado la vida tal como es con toda su agonía y desesperación y nos hemos acostumbrado a ella, y pensamos en la muerte como algo que debe evitarse cuidadosamente. Pero la muerte es extraordinariamente parecida a la vida que sabemos perfectamente cómo vivir. No podemos vivir sin morir. No podemos vivir si no morimos psicológicamente a cada minuto. Esto no es una paradoja intelectual. Vivir por completo, totalmente, todos los días para vivir como si fuera una nueva belleza, debemos dejar morir todo lo que pertenece al ayer, a lo que ha pasado, de lo contrario, la persona vive mecánicamente, y una mente en acción puramente mecánica nunca podrá saber qué es el amor o qué es la libertad.
La mayoría de nosotros tememos morir porque no sabemos lo que significa vivir. No sabemos cómo vivir, por lo tanto, no sabemos cómo morir. Mientras tengamos miedo a la vida, tendremos miedo a la muerte. El hombre que no tiene miedo de la vida no teme estar inseguro porque comprende que, internamente, psicológicamente, no hay seguridad. Cuando no hay seguridad, hay un movimiento sin fin y luego la vida y la muerte se perciben como lo mismo. El hombre que vive sin conflicto, que vive con belleza y amor, no tiene miedo a la muerte porque amar es morir."
Este fragmento está extraído de la serie " El conocimiento propio, amor y muerte" escrito por el propio Jiddu Krishnamurti el cual, pues nos permite adentrarnos con una visión profunda en el tema de la muerte.