cartel El tiempo que queda

El tiempo que queda

Título original
Le Temps qui reste
País
Francia - Bélgica
Fecha de edición
2005
Duración
80 min
Género
Drama
Dirección
François Ozon
Reparto

Melvil Poupaud, Jeanne Moreau, Valeria Bruni Tedeschi, Daniel Duval, Marie Rivière, Christian Sengewald, Louise-Anne Hippeau, Henri de Lorme

Fotografia
Jeanne Lapoirie
Música
Edouard Dubois (consultor musical)
Montaje
Monica Coleman
Producción
Fidélité Films en coproducción con France 2 Cinéma, StudioCanal, TPS Star, Banque Populaire Images 5
Distribución
Vertigo Films
Estreno en España
2006
Público
Sinopsis

El tiempo que queda, está protagonizada por Romain, un fotógrafo profesional que vive en solitario y alejado emocionalmente de su familia. 

Un día, en medio de una sesión fotográfica se cae súbitamente y el examen médico le llevará a conocer la sentencia que pesa sobre su vida: un cáncer extendido por todo el cuerpo.

Esta súbita aparición de una enfermedad terminal a la que no le auguran más de tres meses de vida (realidad que sólo la cuenta a su abuela) le lleva a tomar una decisión radical.

Con 30 años, Romain es homosexual, es arrogante, es cínico con su entorno y esconde un malestar existencial que lo consume.

El protagonista es pues en realidad un antihéroe ordinario y desagradecido, aunque lúcido pero marcado por una particular dureza de carácter.

Sin embargo, su enfermedad terminal, aunque le amenaza su vida, esta le sirve para relativizar precisamente sobre lo que es como persona.

La descendencia como trascendencia

De pronto pues ante esta cuestión existencial sobre que hacer con el  tiempo restante, el personaje ajeno a su familia y renunciando de su pareja, va a sucumbir a una propuesta insólita.

El encuentro con una mujer madura que quiere ser madre, hay que verlo como el milagro que le da la oportunidad de dejar su herencia vital a una nueva vida de la que es ajeno.

Es un filme que no destaca por su delicadeza y en la que el protagonista arrastra la angustia sobre su muerte inminente que sublima con el sexo y las drogas.

Es una película llena de simbolismo, como el abrazo con su abuela, entre la sinceridad cobarde ("eres como yo, pronto morirás" le dice Romain) y una ternura excesiva (que convierte a la abuela en un interlocutor precioso) maracada por las confidencia respecto a la experiencia sinuosa de Romain.

Más allá de la existencia cotidiana

"¡Tengo todos los derechos!" reclama Romain en su replanteamiento vital y ardiente búsqueda de serenidad y amor mientras es impulsado por su lenta destrucción.

Pero a la vez, buscará los momentos para que se intuya que va despidiéndose de su entorno. Memorable es la llamada que hace a su hermana Sophie desde el parque a pocos metros de ella para observarla con sus hijos mientras le pide perdón por su mal comportamiento.

Finalmente, llega a su último apaciguamiento que mágicamente restaura a Romain frente a su mundo interior puesto en una situación límite.

El tiempo que queda es una mezcla de sinceridad, de provocación, de aspereza y de sensibilidad, en el que se diseccionan obsesiones vacías con una generosidad suprema, con referencias explícitas al cine de Eric Rohmer.

Una película en la que su director nos invita a reflexionar sobre la influencia de la familia, sobre los momentos finales de la vida desde la historia de un personaje joven, vital pero a la vez complejo emocionalmente.

Las canciones elegidas que acompañan algunas de las escenas son un deleite y François Ozon, un cineasta de autor, cierra este film con una escena final en una playa, que es inolvidable.

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