La sociedad de la nieve nos lleva a la visión más íntima del trágico accidente de un avión en los Andes en 1972 en el que cada uno de los supervivientes se convierte en la mejor esperanza del otro mientras aúnan fuerzas para buscar el camino de regreso a casa.

La película es el relato de cada uno de los dieciséis supervivientes que van recordando en primera persona cómo fueron los setenta y dos días en la cordillera, cómo superaron esa situación extrema, cómo entendieron la muerte, así como lo qué significó el accidente y cómo influyó en su vida posterior.

El gran mérito de esta película en la que la muerte rodeó a los supervivientes llevándose a todos los que pudo, es que los realizadores grabaron más de cien horas de entrevistas con todos los supervivientes vivos. Además los actores tuvieron contacto con los supervivientes y las familias de las víctimas.

Eso es lo que da a la película una tremenda veracidad y a la vez es un homenaje a todas las víctimas e implicados en la tragedia cuyos nombres aparecen en las escenas pertinentes, algo que la versión americana eludió.

La supervivencia y la solidaridad como valores humanos

A diferencia de las otras versiones La sociedad de la nieve nos sumerge en la importancia de la cooperación frente a una tragedia como la vivida por sus protagonistas. Nos adentra en el debate moral antes de tomar la decisión de la antropofagia para sobrevivir y el consenso finalmente adoptado por todos los supervivientes.

Es una película en la que encajados en los restos de la berlinga del avión, se destaca la dimensión humana: las miradas, los abrazos, la importancia del contacto corporal para mantenerse calientes y sobretodo, el compromiso con el colectivo de cada uno de ellos. No hay amor más grande que dar la vida para las amistades o donarles tu cuerpo para que sobrevivan.

Es una buena película para reflexionar no tanto sobre la supervivencia, sino sobre la importancia de la cooperación humana y el poder ilimitado redentor del amor frente a las tragedias en las que la muerte va picoteando para llevarse a cuantos puede.

No es solo una película, es una experiencia inmersiva, una vivencia que ocupa la pantalla entera, que traspasa las emociones más íntimas del espectador desde su butaca,  un relato inolvidable que deja una marca indeleble en la memoria y el corazón del espectador.

La historia oficial

La historia de este trágico accidente en los Andes, el único con supervivientes de los más de treinta que se han sucedido es bien conocida. El 13 de octubre de 1972, un avión Fokker Fairchild FH-227D (matrícula FAU-571), propiedad de la Fuerza Aérea de Uruguay, que transportaba a 45 personas, se estrelló en los Andes.

A bordo iban miembros del equipo de rugby del Old Christians Club de Montevideo, Uruguay, junto con sus amigos y familiares. Estaban camino de Chile para asistir a un partido en la capital del país andino.

El avión se estrella en una hondonada glaciar a más de 3.400 metros de altitud y queda partido por la mitad. Inicialmente sobreviven 29 personas, pero tras 72 días de aislamiento antes que fueran rescatados, sólo 16 resistieron aunque en un estado de salud débil.

El rescate fue posible por que dos de ellos, Fernando Parrado y Roberto Canessa, iniciaron un viaje atravesando los Andes en dirección a Chile que les llevó diez días. A su favor sólo tenían que las temperaturas eran menos extremas, pero la travesía fue toda una heroicidad.

El 20 de diciembre 1972 un ganadero chileno los encuentra y ante la solicitud de ayuda de los supervivientes:  "Vengo de un avión que cayó en las montañas; soy uruguayo" este da el aviso a las autoridades quiénes iniciarán el rescate.

Durante estos más de dos meses, las difíciles condiciones climáticas, les empujó a tomar decisiones extremas para poder sobrevivir, incluyendo la decisión de alimentarse de los cuerpos de los fallecidos.

Los libros sobre el accidente de los Andes

Sobre el accidente de los Andes hay varias obras publicadas por los protagonistas o basadas en su testimonio directo. La primera de ellas «¡Viven!»  del periodista inglés Piers Paul Read, publicado por primera vez en 1974.

El mejor libro sobre el tema, con diferencia, es “Milagro en los Andes” (2006), escrito por el salvador del grupo: Fernando "Nando" Parrado. Sin embargo, hay que mencionar también el libro que Pedro Algorta titula: “Las Montañas siguen allí” (2015). Por su parte el acompañante de Nando Parrado en la travesía para buscar auxilio, Roberto Canessa, coautor junto a Pablo Vierci, aporta su visión personal en la obra “Tenía que Sobrevivir” (2017).

En la línea del profundizar en el testimonio de los supervivientes hay que citar la producción del documental "Náufragos. Vengo de un avión que cayó en las montañas" (2007) con guion y dirección del cineasta Gonzalo Arijón, un amigo de la infancia de alguno de los supervivientes.

La versión La sociedad de la nieve (2023) de Juan Antonio Bayona (Barcelona, 1975 -) se basa en el libro del mismo título publicado en 2009 escrito por Pablo Vierci, que fue compañero de colegio de los sobrevivientes. Este comenzó a escribir este libro en 1973 y fue acumulando datos hasta 2009. Así mismo participó como asesor en el rodaje del film.

Una película, que no es un remake, fue rodada en Sierra Nevada

De esta epopeya hay tres películas. En primer lugar apareció el  libro y sobretodo basado en la historia de los dos expedicionarios que fueron a por ayuda y adaptada para el cine bajo el título Supervivientes de los Andes (1976) de René Cardona. Luego vino la película americana Viven (1993) de Frank Marshall.

La Sociedad de la Nieve no se limita a la gesta ni a la particularidad de su supervivencia y esto es lo que la convierte en un film especial y remarcable, digno de no olvidar.

La película se adentra en el alma de los personajes, desde los momentos previos al accidente, la supervivencia en la montaña, el alud que los sepultó durante cuatro días y mató a ocho de ellos, la decisión de alimentarse de los cuerpos de los compañeros, la expedición en busca de ayuda, etc.

El rodaje de La sociedad de la nieve se llevó a cabo en Sierra Nevada (Andalucía), en concreto en la conocida «Laguna de las Yeguas» a 2.891 metros de altitud, por encima del embalse artificial que sirve para abastecer de agua a los cañones de nieve de la estación de esquí.

También se rodó en Montevideo (Uruguay) en la casa de uno de los supervivientes y en distintas localizaciones de los Andes (tanto en Chile como en Argentina) incluyendo El Valle de las Lágrimas, localización real donde sucedió la historia.

La película clausuró la 80ª edición del Festival Internacional de Cine de Venecia y recibió el premio del público en el Festival de Cine Internacional de San Sebastián en su 71ª edición, consiguiendo la puntuación más alta de la historia del festival.

El film se presenta a la nominación de los Óscars como mejor película internacional. No es por menos, la maestría y sensibilidad del director J.A. Bayona ya sorprendió en el film Un monstruo viene a verme (2016).