Las horas del verano
Juliette Binoche, Charles Berling, Jérémie Renier, Edith Scob, Isabelle Sadoyan, Dominique Reymond, Valérie Bonneton, Kyle Eastwood, Alice de Lencquesaing, Emile Berling
Hélène Berthier ha dedicado su vida a preservar en su casa de Valmondois la colección de obras de arte del siglo XIX que perteneciera a su tío, el artista Paul Berthier. Tras su repentina muerte, sus tres hijos deben decidir cómo ocuparse de este legado.
Frédéric, economista, es el único que vive en Francia y quiere conservar la casa de campo, mientras que sus dos hermanos, Adrienne, diseñadora de éxito en Nueva York, y Jérémie, empresario establecido en China, razonan que hay que venderla.
La película plantea como tema de fondo el destino de la herencia de una persona, es decir, su aportación a la humanidad. En este caso es una mujer que ha coleccionado arte y que tras su muerte cada uno de los familiares directos verá el destino según sus preferencias en lugar de valorar cual hubiera sido para la persona difunta.
La película también plantea la complejidad de las leyes hereditarias y los testamentos. Una película interesante para darse cuenta que hay que planificar la vida futura de nuestros bienes y aportaciones a nuestra civilización antes de morir.
Una película que por el planteamiento puede parecer de una sencillez abrumadora, pero que en cambio va repleta de matices profundos de gran calado que ofrecen una radiografía del estado anímico de un país, de un continente a modo de crónica.
Las horas del verano es una película de detalles, una sinfonía para los sentidos que llega a su clímax con el reparto de los objetos de arte presentes en la casa.
Cómo si de una reunión familiar se tratara
Esta película transcurre como la filmación de una reunión familiar donde todos hablan, con diálogos inteligentes en los que los personajes no sólo expresan lo que piensan sino que ponen de manifiesto diferentes arquetipos de ideas.
El cineasta se acerca a sus personajes y compone un fresco íntimo en el que cada espectador se encontrará en un terreno familiar en cuanto a las preguntas sobre la sucesión de bienes que un día a todas las personas nos llega.
El film es sin duda uno de los mejores de Olivier Assayass, no sólo por qué es además de director, guionista y dialoguista, sino porqué consigue que los actores se fundan de tal manera en la escena que parece que sea toda la película como la filmación de una reunión familiar real.
Un logro que hace que el estilo teatralizado del film tome vida gracias a la cámara. A la vez es una crítica sobre una Francia de la que el director se queja que ha perdido sus señas de identidad y se adentra, titubeante, en el nuevo siglo sin la coherencia y la energía que precisa el siglo XXI.