Tras la muerte de Joe Chandler, por expreso deseo de este, su hermano menor Lee, debe hacer de tutor legal de su hijo adolescente avanzado, Patrick.

Por su parte el protagonista, Lee Chandler es un solitario fontanero encargado de mantenimiento de edificios de Boston que de pronto se verá obligado a enfrentarse a un pasado trágico que le llevó a separarse de su esposa Randi  y de la comunidad del pequeño pueblo costero de Manchester en la que nació y creció.

Es una película que se sumerge en el ahogo trágico que vive su protagonista por un duelo inacabado y por la imposibilidad  de salir de su angustia vital. 

Cuando la muerte nos envuelve estando vivos

A lo largo de la película, la vida cotidiana de Lee va del presente al pasado y son estos saltos en el tiempo que nos permite destilar poco a poco los entresijos de la relación del protagonista con una mujer y sus tres hijos, pero sobretodo la relación con su hermano mayor.

La aportación de esta película es situarnos frente a la complejidad del duelo cuando esta va acompañada de la culpabilidad. La historia pues sirve  de excusa para una introspección entre las responsabilidades vitales y las convicciones producto de nuestras vivencias.

Su protagonista, Lee, debe lidiar con su retorno al pueblo donde se fraguó la tragedia de su duelo y a la vez asumir que es lo mejor para la custodia de su sobrino. Un adolescente que está afincado en el pueblecito pesquero de Manchester, con sus amigos, sus novias y su banda de rock.

La vida de Lee bascula entre el dolor y la pérdida tan traumática que le parece insondable. El personaje ha perdido las ganas de vivir y su vida transcurre dentro de un pozo del que no parece pueda salir.

Atrapado en un laberinto emocional

Manchester frente al mar es una película en la que en ciertos momentos nos deja atrapados en un laberinto emocional del que no es fácil salir. Sin embargo, son historias de personas comunes, de familias rotas y personajes enfrentados al duelo trágico.

Más allá de la trama dirigida con maestría, destaca también la banda sonora y la cuidada imagen del entorno marino de Massachusetts que sirve de marco a esta tragedia psicológica. Un paisaje en el que el graznido de las gaviotas que revolotean por los alrededores del pueblo se mezcla con el zumbido del motor de los barcos pesqueros que viven en él.

Una película que nos muestra que la muerte es una oportunidad para afrontar nuevos retos, incluso cuando estos parecen imposibles.