Nunca me abandones
Carey Mulligan, Keira Knightley, Andrew Garfield, Sally Hawkins, Charlotte Rampling, Domhnall Gleeson, Andrea Riseborough, Charlie Rowe, Ella Purnell, Nathalie Richard, Izzy Meikle-Small
Nunca me abandones es una película de ciencia ficción basada en la novela homónima publicada en 2005 de Kazuo Ishiguro (Premio Nobel de Literatura 2017) con guion de Alex Garland.
Es la historia de un grupo de niñas y niños pasan su infancia en el internado de Hailsham con una aparentemente vida idílica, hasta que descubren un inquietante secreto acerca de su futuro.
Sin embargo, cuando dejan atrás el refugio que les brinda del colegio y se aproximan al atroz destino que los aguarda en su edad adulta, contra todo pronóstico, también deberán hacer frente a los profundos sentimientos del amor, de los celos y de la traición.
En definitiva, deberán explorar los sentimientos para los que no fueron educados y que amenazan con separarlos para siempre.
Se trata pues de una fábula sentimental con tintes distópicos, pero en la que los personajes buscan el sentido de su vida mientras experimentan emociones para las que su finalidad vital no preveía.
En cierto sentido es una metáfora de la visión determinista con la que algunas filosofías definen la vida humana y que inexorablemente sólo puede superarse con la resignación.
Cultivo de seres humanos de granja
Los personajes de este film, criaturas situadas al margen de la sociedad, descubrirán que fueron criadas para un fin utilitarista como los ciudadanos de La fuga de Logan (1976), los replicantes de Blade Runner (1982), o los terrícolas que sirven de productores de un elixir para unos extraterrestres en Jupiter Ascending (2015).
Todos estos personajes comparten el despertar de la propia consciencia de su caducidad como seres vivos y especialmente, que su destino tiene sólo una utilidad que es para lo que han sido clonados.
En la película muy al final los protagonistas piden no tanto expiar por su destino, sino simplemente un aplazamiento. Es esta condición casi humana de aceptar la vida por un fin utilitarista que no se nos revela y que los protagonistas conocen.
La película permite pues adentrarse en una reflexión que es esencial para aceptar la muerte. Somos parte de un destino universal que aun no siéndonos revelado nos permite gozar de una realidad llena de emociones. Una realidad que estimula nuestra personalidad y con ella experimentamos un yo personal.
De ahí que esta visión del "cultivo de seres humanos" para tareas concretas o destinos consumistas es inquietante. Sin embargo, la actual ciencia sin ética investiga sobre esta posibilidad.