¿Deben las criaturas asistir a los funerales? es una cuestión que a menudo surge frente a la muerte de un ser querido. Algunos manuales de psicología infantil recomiendan que ir a un funeral contribuye a facilitar el cierre personal frente a la pérdida.
Algunas doctrinas religiosas lo prohíben. A día de hoy prevalece la tendencia de que la infancia quede "protegida" ante al contacto con el tabú de la muerte o la realidad que conlleva el fallecimiento.
Consideramos y compartimos cinco buenas razones por las que las niñas y los niños vayan a los funerales y tanatorios o velas y reducir así los miedos a la muerte que rondan a las personas adultas.
Según un estudio sobre el duelo infantil de una empresa funeraria (1) sólo el 25% de las criaturas y adolescentes asisten al tanatorio o al cementerio para despedirse de sus seres queridos cuando sucede una muerte en la familia.
Claramente, en España hay una sobreprotección de las criaturas en el tema de la muerte, cuando en realidad las niñas y los niños disponen de suficientes herramientas para asimilar la pérdida de un ser querido.
Los funerales, cuando se organizan adecuadamente pueden ser muy terapéuticos y son un paso necesario en el proceso de duelo, tanto para adultos como para criaturas.
Los rituales ayudan a que las emociones se transformen en vivencias que atenúan el dolor, y recolocan al fallecido en una parte de nuestro corazón y recuerdo
No tiene sentido alguno confinar a los más pequeños para que no asistan a un funeral. Poder observar que el funeral sirve para crear vínculos más estrechos en la familia es igualmente importante para su futura evolución como seres humanos.
Ver a un muerto es esencial para comprender que sucede cuando el cuerpo deja de funcionar. Curiosamente, hay adultos que consideran que esto puede ser angustioso. Y probablemente, lo es para ellos, pero no para las niñas y los niños que tienen un sentido biológico sin miedos.
De hecho, hasta no hace tanto, las velas de los muertos se hacían en casa. Allí, adultos y pequeños estaban presentes y compartían la vela como algo natural. Y de hecho, ver a la persona muerta reposando en el domicilio ayuda a entender mejor la muerte.
A pesar de lo que a muchas de las religiones del mundo les gusta afirmar, no sabemos qué sucede después del tránsito. Sin embargo, las personas que viven experiencias cercanas a la muerte son testimonio de otra forma de existencia fuera del cuerpo físico.
De lo que ho hay duda es que la muerte es una parte natural de la vida. Muchas personas creen que cuanto antes una criatura pueda comprender el concepto de la muerte, mejor preparado estará para las realidades de la vida.
Los funerales, aunque cada tradición cultural los entiende a su manera, en todas partes se diseñan para ayudar a dar sentido a la pérdida de un miembro de la familia o la sociedad.
Los velatorios y la visita a los cementerios no causan impresiones de miedo a los más pequeños, excepto si les transmitimos nuestros miedos o inestabilidad emocional ante la pérdida.
La ceremonia de despedida que hay detrás de un funeral pretende que aquella sirva para soltar los apegos hacia la persona fallecida y empoderar a los partícipes para que dispongan de mayor resiliencia emocional.
Toda ceremonia de despedida es un momento de catarsis que facilita que, tanto los adultos como niñas y niños acepten la realidad de lo que sucedió.
Es cierto que para muchas personas la muerte es dolorosa al principio. De ahí la importancia que toma una buena ceremonia de despedida bien organizada, vivencial y emotiva. Y sobretodo, no hay que olvidar que los niños observan con atención las reacciones del adulto cuando viven la muerte de un ser querido.
Por tanto, es importante que corresponde a los adultos asimilar la pérdida y no transmitir los miedos ancestrales con el fin de facilitar la aceptación de la pérdida. Es una cuestión de pura honestidad con nosotros mismos.
Las criaturas necesitan entender que está bien tener emociones (2). Necesitan experimentar que sus padres y otros parientes ante la pérdida de un ser querido pueden “sentir emociones fuertes” de forma intensa.
Poder observar a los adultos en un estado emocional vulnerable facilita que las niñas y los niños comprendan la complejidad del mundo de las emociones como la ansiedad, la ira, la tristeza, etc..
El funeral es un momento de una inusitada fuerza emocional. Por este motivo asistir a un funeral aporta un aprendizaje útil para en el futuro superar pérdidas, algo inherente a la naturaleza humana.
Dado que la muerte lleva implícita una fuerte carga emocional, afrontarla en estado puro, facilita desarrollar la resiliencia entre los miembros jóvenes de la familia. Los expertos señalan que a partir de los seis años pueden comprender perfectamente la muerte de forma natural.
Saber que el dolor del duelo es un sentimiento temporal puede ayudarlos a manejar situaciones difíciles más adelante en la vida. Evitar el contacto con las emociones es una opción peligrosa en términos de psicología humana básica.
Las niñas y los niños deben tener la opción o la libertad de poder asistir o no asistir a un funeral. Pero el tabú de la muerte es una construcción de los adultos y es erróneo estimular la sobreprotección emocional frente a la pérdida de un ser querido.
El hecho de excluirlos de una ceremonia funeraria puede afectar al buen desarrollo de sus propios sentimientos dado que les puede parecer un rechazo a su individualidad y capacidad de comprensión.
Muchos criaturas a partir de los cinco/seis años querrán tomar su propia decisión sobre si asistir o no a la ceremonia de despedida de un ser querido, especialmente, si se les ha hecho partícipes de la muerte sin estigmatizarlos.
Frente a su capacidad de discernimiento hay que respetar la voluntad de la niña o el niño que desea despedirse o ver por última vez a su ser querido fallecido, ya que está en su derecho.
Cierto que es importante explicarles lo que verán y experimentarán durante el proceso. Por ejemplo, si hay una visita previa a la sala de vela del tanatorio, donde hay el ataúd abierto, es interesante prepararlos y satisfacer la curiosidad de sus preguntas. Lamentablemente, no hay manuales o libros, salvo alguna excepción, que aporten conocimiento sobre la naturaleza de la muerte en términos de biología elemental para niñas y niños.
Facilitar la participación de los más pequeños a un funeral demuestra que se respeta su autonomía y, por supuesto, que aquellos son libres de elegir según sientan. Facilitar que las niñas y los niños participen en los funerales es la mejor opción para que puedan abrirse a la curiosidad del verdadero significado de la Vida que comporta aceptar la muerte.
Finalmente, además de los aspectos potencialmente positivos inherentes a la asistencia de criaturas a un funeral, los expertos opinan que un funeral es siempre un evento importante en la Vida de cualquier persona.
Podría decirse que los nacimientos, los matrimonios y las muertes son rituales básicos en las tres etapas clave de la vida de cualquier persona. Tener la oportunidad de experimentarlos desde la tierna infancia es una realidad que deja una huella vital inolvidable.
Hay abundante literatura infantil para explicar la muerte a las niñas y los niños la cual siempre s manifiesta como una gran maestra. Sobre lo que es un funeral hay un vídeo que lo explica para que cualquier criatura lo pueda comprender (es en inglés).
La sinceridad es una práctica fundamental a la hora de relacionarse con criaturas. Las dudas que hay que responder son las básicas para evitarles sorpresas: desde donde se celebra el funeral, quién va a participar, que sucederá y el sentido del ritual.
Poder participar en una ceremonia de despedida de un familiar querido en la infancia es una apertura a la vida, una vivencia digna de ser vivida y compartida.
Algunas culturas potencian la participación de las niñas y los niños en las velas de los difuntos. Un ejemplo lo tenemos en el ritual de la Velación de los Angelitos que se celebra en el Día de los Muertos en algunas regiones de México.