Las pinturas Kusôzu sirvieron para reflexionar sobre la provisionalidad de la materia biológica. Este antiguo arte japonés se basaba en la observación de la evolución de la putrefacción del cuerpo humano. 

Las pinturas Kusôzu siguen siendo una oportunidad para reflexionar sobre la provisionalidad de la materia biológica a día de hoy.

En las enseñanzas budistas tradicionales, contemplar la muerte es una parte integral de la meditación. La naturaleza nos muestra con la descomposición que estamos hechos de eternidad. Que cada una de las materias que fueron Vida permanecen y sirven para construir nuevas vidas.

El mismo Buda dijo que la muerte es "la más grande de todos los maestros", ya que nos enseña a ser humildes, destruye la vanidad y el orgullo, y derrumba todas las barreras de casta, credo y raza que dividen a los humanos, ya que todos los seres vivos están destinados inevitablemente a morir".

Algunas tradiciones budistas también practicaban entierros a cielo abierto, donde los cadáveres humanos se dejaban a la intemperie.

Ya fuera en las cimas de las montañas o en la profundidad de los bosques estos podían ser devorados por animales salvajes. Esto se ilustra en la película La Balada del Narayama.

El kusôzu
Manteniendo la pureza (2004), ilustra un acto de automutilación, hecho de forma que le ahorren el dolor al sujeto desde su forma desnuda. Pintura de Matsui Fuyuko realizada en 2004, de 29,5cm x 79,3cm sobre pergamino. Museo de Arte de Hirano

En el siglo XIII este enfoque pragmático y maduro del tema de la muerte se integra en la cultura japonesa con una forma de arte disruptiva y sin disculpas llamada kusôzu. Esta tradición se mantuvo hasta finales del siglo XIX.

El término Kusôzu, se podría traducir por "rollo ilustrado del poema de las nueve etapas de un cadáver en descomposición".

A día de hoy, sin embargo, la medicina forense, con otras técnicas y otras motivaciones, también observa y analiza la descomposición del cuerpo humano en los llamados cementerios forenses.

Observar la descomposición de un cuerpo sin vida es en sí misma un enseñanza, sea el tocón de un árbol lleno de hongos, o un animal muerto.

El Kusôzu, más allá de sus origenes religiosos y de otras consideraciones socioartísticas, a día de hoy todavía nos acerca a algo imprescindible: perder el miedo a la muerte y abrazarla como parte de la Vida.

 

La putrefacción objeto artístico
Jindōfujōsōzu (pintura del aspecto impuro. del reino humano), pergamino del siglo XIII.

Los origenes de esta “contemplación del desmembramiento”  la encontramos no sólo en el pensamiento y la práctica budista, sino también en la estética de lo grotesco

Se trata de una visión singular desarrollada en el Japón antiguo pero que a día de hoy persiste en la tendencia que se ha llamado eroguro.

El Kusôzu ilustra la contemplación del desmembramiento con una convergencia de ideas budistas sobre la impermanencia del cuerpo físico

El poder liberador del cuerpo femenino visto como un cadáver grotesco se puede remontar a un episodio de la biografía del buda.

Buda renuncia de su vida palaciega en la que duerme junto a las mujeres de su harén, y  a las que ve despojadas de la belleza "inconsciente" que subyace debajo de sus prendas flácidas cuando duermen, y que parecen muertas.

En los textos canónicos budistas la contemplación de cadáveres reales en el proceso de la descomposición es prescrita por el Satipatthāna Sutta en su obra Los fundamentos de la atención plena (fechada aproximadamente sobre el año 20 antes de Cristo).

Las nueve contemplaciones

En ella se describen las nueves contemplaciones de la carne efímera en el cementerio y en especial sobre la "repugnancia del propio cuerpo" . La dificultad de la observación de la putrefacción fue sustituida por la ilustración del artista.

Uno de los últimos pintores japoneses que cultivó este arte es Kobayashi Eitaku (1843-1890). En la década de 1870, Eitaku pintó un pergamino Kusôzu en que mostraba la descomposición de un cadáver femenino, identificado como una cortesana. En 2008 la obra fue adquirida por el Museo Británica de Londres.

En nueve escenas sucesivas, vemos un cuerpo completamente vestido que se convierte en restos óseos, saqueado incluso por perros.

El trabajo es bastante gráfico para su época e incluso hoy en día tiene el poder de impactar a las audiencias. Cada cuadro sobre la descomposición gradual se muestra de manera realista. 

La secuencia de las ilustraciones muestra siempre la evolución de un cadáver femenino, y de sus diferentes etapas desde que fallece hasta quedar convertido en un esqueleto.

Este impactante género artístico ha estado presente de manera rutinaria durante más de quinientos años en varios formatos. Sobre todo fue plasmado en pergaminos y libros impresos.

La descomposición contemplada por el budismo
Desde 2008 esta obra pertenece al Museo Británico.

Para algunos defensores del budismo, la función de estos trabajos es demostrar los efectos de la impermanencia y la naturaleza burda de la forma humana, especialmente la femenina.

Este arte pretendería inculcar un profundo sentimiento de repulsión por el cuerpo humano. Utilizaba el cuerpo femenino para que el monje o el devoto no fuera tentado por la carne y advirtiera la impermanencia del cuerpo, especialmente la propia, y renunciar por tanto a sus placeres.

En el budismo, superar el deseo sexual es un paso necesario para alcanzar la iluminación. Dado que el cuerpo femenino se visualiza cómo una fuente de deseo para el género masculino, cada una de las etapas era como una forma de terapia y evitar el apego al cuerpo,

También se afirma que no era sólo para los monjes budistas sino también para que  las mujeres meditaran sobre los aspectos repulsivos de su propio cuerpo.

En cualquier caso, estamos ante un arte que utiliza el cadáver femenino como herramienta para despreciar el propio cuerpo y que se ancla en la época medieval.  De este tipo de representaciones sobre la descomposición no hay otro ejemplo en el mundo excepto el del japonés.

Un arte polémico

Este arte no está exento de polémica. De hecho refleja la profunda misoginia que envuelve al pueblo japonés, ya que, más allá de las interpretaciones religiosas, nunca aparecen hombres.

Algunos afirman que el kusōzu estaba destinado a disuadir a los monjes budistas de su lujuria por las mujeres. Uno de los ejemplos más tempranos de este género es un rollo del siglo XIV titulado Kusōshi emaki, cuya traducción  podría ser: "Réplica ilustrada del poema de las nueve etapas del cadáver en descomposición".

Posteriormente, aparecen diferentes obras, algunas de autores desconocidos. Este sería el caso del kusōzu divulgado por la Wellcome Library,  en el que, como es habitual, se compone de un rollo que consta de ilustraciones narrativas que representan las nueve etapas de descomposición.

Kusōzu de Hanabusa Itcho

Esta kusōzu comienza con la imagen de un sujeto sano, que en este caso, se representa a una mujer aristocrática que ha sido identificada como la poetisa del siglo IX, Ono no Komachi, una obra que se situaría pintada en el siglo XVIII por un pintor desconocido, pero según los expertos de estilo parecido al del pintor Hanabusa Itcho (1652 – 1724) adscrito a la escuela de Kano.

Este rollo se inicia con una primera ilustración del personaje femenino en vida a la que le sigue la segunda en la que la protagonista ha muerto y yace tendida en el suelo y cubierta con una tela.

En los paneles subsiguientes, se puede ver su cuerpo desnudo, ahora a cielo abierto, que se descompone progresivamente y se pudre. En las escenas finales los huesos restantes han sido limpiados por los animales.

La contemplación de la putrefacción corporal supone un estímulo para aceptar que la vida debe ser algo más que la simple materia biológica

Según algunos autores, el uso exclusivo de cadáveres femeninos en el género kusōzu puede visualizarse como un testimonio de la prevalencia de la misoginia en el pensamiento budista japonés.

Más información sobre el tema

>> Sobre el arte Kusôzu recomendamos un artículo de Elizabeth Tinsleu (publicado en  The Journal of Asian Humanities at Kyushu University en 2017), titulado The Composition of Decomposition: The Kusōzu Images of Matsui Fuyuko and Itō Seiu, and Buddhism in Erotic Grotesque Modernity que analiza el mismo a raíz de la interpretación que hacen algunos artistas japoneses modernos del mismo.

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