Pensamos que nuestro cuerpo es puro, pero tanto lo que comemos (1), (2), los medicamentos que tomamos (3) y el aire que respiramos (4) se metabolizan en nuestro ser.
Incluso la OMS ha publicado guías de sustancias tóxicas que consideran una preocupación para la salud pública.
Muchas de estas sustancias, más de 280, se consideran potencialmente cancerígenas y tóxicas; la mayoría de ellas persisten en nuestro cuerpo tras fallecer.
Las evidencias de tóxicos en la sangre no sólo afecta a los humanos sino también a los animales, como en pájaros urbanos. (5) La presencia de microplásticos y otros contaminantes orgánicos en la sangre humana es ya una realidad científica incontestable. (6) (7)
La contaminación de la sangre humana y, por tanto, de los órganos y tejidos corporales es preocupante. (8) (9) (10) (11)
Asumir un funeral natural es también tener en cuenta cómo podemos neutralizar esta carga química tóxica que llevamos en nuestros cuerpos.
El cuerpo humano a día de hoy incluye numerosas sustancias tóxicas como resultado del metabolismo de fármacos prescritos y otros elementos ingeridos con los alimentos (aditivos, pesticidas, plaguicidas, metales pesados, etc.).
Diversos informes constatan que nuestra sangre está llena de sustancias orgánicas tóxicas entre las cuales hay de presuntamente cancerígenas. Incluso las encontramos en los fetos contaminados por la sangre de sus madres. Otras simplemente se acumulan en nuestros órganos. También se da el caso de intoxicaciones masivas por accidentes químicos. (12)
Cuando al morir depositamos nuestro cuerpo en el suelo o lo incineramos, estas sustancias acumuladas en nuestro organismo contaminan el entorno (suelo, aguas y aire).
Se define como biorremediación a cualquier proceso que utilice microorganismos, hongos, plantas o las enzimas derivadas de ellos para retornar un ecosistema alterado por contaminantes a su condición natural.
La biorremediación usando hongos lignocelulósicos descomponedores, como Agaricus bisporus, Pleurotus ostreatus o Tremetes versicolor entre muchos otros, se conoce como micorremediación. Esta es una técnica cada vez más empleada en la descontaminación de suelos y aguas.
Los hongos poseen la capacidad bioquímica y fisiológica de degradar los productos químicos orgánicos ambientales y reducir el riesgo asociado con los metales, metaloides y radionúclidos liberados en el entorno.
Su acción biológica puede ser por modificación química del elemento contaminante o por inclusión en la biodisponibilidad química del mismo por parte de otros organismos vivos.
Los hongos forman extensas redes miceliales lo cual, junto a la baja especificidad de sus enzimas catabólicas y su independencia del uso de contaminantes como sustrato de crecimiento.
Los hongos han demostrado pues ser organismos muy adecuados para los procesos de restauración de entornos contaminados con tóxicos químicos.
Estos hongos lignocelulósicos son particularmente eficaces en la descomposición de contaminantes químicos orgánicos (componentes tóxicos del petróleo) pesticidas organoclorados, metales pesados, etc.
En el caso del ser humano, los metales pesados acumulados en nuestro cuerpo (bioacumulación) o las sustancias orgánicas artificiales que absorbemos, el hongo las metaboliza para obtener su energía vital. Como resultado de su proceso biológico pues los hongos neutralizan estas sustancias tóxicas para el entorno.
Hace lustros que los hongos se emplean en técnicas de biorremediación de suelos contaminados. Incluso la película de animación japonesa, Nausicaa, del valle del viento (1984) ya ilustra la recuperación del entorno gracias a liberar hongos en el medio.
Los hongos son organismos compuestos de una red de filamentos (micelios) a menudo en simbiosis con las raíces vegetales de las plantas y árboles.
El biólogo y micológo Paul Stamets es uno de los pioneros en el estudio y la venta de productos para la micorremediación a través de la empresa, Fungi Perfecti, ubicada en Estados Unidos.
En la descomposición del cuerpo los componentes orgánicos se mineralizan, pero las sustancias tóxicas que contenían persisten y se vierten al entorno.
Algunos investigadores, preocupados por las cuestiones ecológicas relacionadas con la descomposición, han estudiado la posibilidad de emplear hongos que se sumen al proceso de neutralizar las sustancias tóxicas almacenadas en nuestro cuerpo y liberadas tras fallecer.
Una de las opciones, a raíz del éxito de la biotecnología de la micorremediación, ha sido incorporar micelios de hongos en productos fúnebres con la finalidad de neutralizar los tóxicos presentes en el cuerpo humano fallecido.
En 2012 la investigadora norteamericana Jae Rhim Lee diseñó un traje mortuorio de un tejido vegetal que incorporaba micelio de hongos.
Su objetivo en aquel proyecto era facilitar el proceso de micorremediación del cadáver y de esta manera neutralizar los tóxicos que permanecen en nuestro organismo sin vida.
Ciertamente, su traje mortuorio Infinity Burial Suit (no disponible), podía ser colocado en un ataúd biodegradable o directamente en el suelo en un cementerio natural.
La verdad es que la idea podía haberse plasmado en una simple tela con hongos para el amortajamiento. En cualquier caso, la descontaminación de metabolitos tóxicos del cadáver requiere de una notable conciencia ecológica.
Dándole una vuelta de tuerca a las posibilidades de la biorremediación empleando hongos, un grupo de investigadores holandeses del centro universitario TU Delft estudiaron aplicarla a un producto fúnebre (disponible desde finales del 2020).
En Holanda, donde existen cementerios naturales para el entierro directo al suelo, disponer de un ataúd compostable que además neutralice los tóxicos acumulados en vida en el cuerpo humano resulta de interés.
Asi que estos investigadores y un par de funerarias se unieron para desarrollar un ataúd (Living cocoon) que incorpora en toda su carcasa un sustrato rico en micelio de hongo de un material denominado MycoComposite™.