El proceso de la descomposición en su conjunto, más allá de sus etapas visuales, destaca por ser rico en sustancias de olor pestilente. Sin embargo, curiosamente estas sustancias de tufo nauseabundo, los aromas del cadáver, en bajas dosis, tienen un aroma afrutado.
En cada fase de la descomposición de un cuerpo animal, desde la etapa fresca, pasando por la de hinchazón hasta la etapa de putrefacción avanzada, se producen un sin número de reacciones químicas.
Se trata mayoritariamente de biosíntesis gracias a la falta de oxígeno y producida por una nutrida variedad de procesos metabólicos bacterianos.
Este necrosistema microbiano o tantomicrobioma produce una variedad de sustancias volátiles lideradas por el sulfuro de hidrógeno y otras sustancias que, sobretodo atraerán a los insectos. Sustancias que a su vez tienen funciones ecosistémicas de alerta, pero también de mantener los ciclos de nutrientes en los hábitats naturales..
El estudio de los compuestos químicos detectables en las investigaciones forenses es muy activa como lo demuestra un estudio publicado en 2015. Conocer estas sustancias aporta marcadores para determinar el intervalo post mortem (PMI) que permite conocer el momento de la muerte ante unos restos cadavéricos..
Los últimos estudios sobre los compuestos orgánicos volátiles liberados durante la descomposició arrojan cifras de más de 452 compuestos químicos. En él lo investigadores aportan los datos obtenidos del análisis de seis restos humanos y veintiseis restos animales a lo largo de un período de seis meses.
Muchos de los compuestos que componen los aromas de un cadáver fueron iguales en todas las especies estudiadas. El olor distintivo de la muerte, viene caracterizado entre otras sustancias químicas por las volátiles diaminas cadaverina y putrescina.
Se trata de sustancias con potentes efectos fisiológicos como otras sustancias hormonales que conocemos bien como la histamina, serotonina, dopamina y adrenalina. Pero a diferencia de estos neurotransmisores bien estudiados, la base molecular y las acciones fisiológicas de estas "necromonas" aún se desconocen en gran medida.
Sin embargo, la identificación de estas sustancias emitidas durante el proceso de la descomposición funciona a modo de una firma química volátil pero que es útil para la ciencia forense.
Estas firmas químicas cadavéricas pueden permitir la detección de entierros clandestinos, ya sea por desastres naturales o conflictos sociopolíticos.
Asi pues analizando la secuencia de la descomposición de proteínas, grasas y carbohidratos, los autores lograron correlacionar las etapas de la descomposición lo cual permite la estimación del intérvalo post morten (PMI), que sirve para determinar el momento de la muerte y sus causas en unos restos cadavéricos.
Mientras, continua de la actividad de la descomposición con la actividad bacteriana que licuifícan los tejidos y persiste el fuerte hedor.
Finalmente, en la etapa de a descomposición avanzada, el material cadavérico terminará por desintegrarse y dejar un montón de huesos sueltos.
Entre los centenares de compuestos que emergen en los procesos de la putrefacción hay los aromas característicos de la descomposición del cadáver. Dos de estas y las más conocidos estudiados y conocidos son la cadaverina y la putrescina.
El aroma de ambos se describe libremente como de "carne podrida", y tienen umbrales de olor muy bajos. Es decir su presencia es recepcionada por nuestras fosas nasales a muy baja cantidad.
Estas sustancias, aunque tengan un nombre fúnebre se encuentran en otros procesos fisiológicos. Por ejemplo, en la halitosis oral (es decir, mal aliento), así como en la orina y semen.
Otros dos compuestos clave en esta larga lista son el indol y su derivado el escatol. El escatol (3-metil-indol) es un compuesto orgánico que se proviene del metabolismo de la ruptura de la hemoglobina que entra en el intestino a través de la bilis. Es por eso que da olor a los excrementos. Algunas plantas lo sintetizan con el propósito de atraer a los insectos que han de polinizarlas.
El indol tiene un olor a mosto, e al igual que el escatol se encuentra en las heces humanas y de animales, por lo que no sorprende que puedan contribuir al olor desagradable de un cadáver en descomposición.
Lo extraño de ambas es que, a bajas concentraciones, en realidad se perciben a modo de aromas florales bastante agradables.
De hecho el indol se encuentra en el aceite de jazmín, que se usa en muchos perfumes, mientras que el escatol sintético se emplea en pequeñas cantidades como saborizante en helados, y también se encuentra en perfumes.
Pero lo que hay que señalar es la gran cantidad de compuestos que contienen azufre que contribuyen al olor a descomposición.
Producidos por la acción de las bacterias anaeróbicas, los aromas del cadáver o compuestos emitidos firman sobretodo con el sulfuro de hidrógeno (que huele a huevos podridos).
En concreto los investigadores señalan el metanetiol (que huelo a repollo podrido), el disulfuro de dimetilo (similar al ajo) y el trisulfuro de dimetilo (a ajo podrido) y adenás identificaron ocho compuestos más: propionato de etilo, propionato de propilo, butirato de propilo, pentanoato de etilo, piridina, disulfuro de dietilo, disulfuro de metil (metiltio) etilo y 3-metiltio-1-propanol. Todas ellas eran específicos de restos humanos y curiosamente también del cerdo.
Entre los restos humanos y de cerdo también pudieron distingir la presencia de cinco ésteres: 3-metilbutil pentanoato, 3-metilbutil 3-metilbutirato, 3-metilbutil 2-metilbutirato, butil pentanoato y propil hexanoato.
Curiosamente, estos cinco ésteres producidos por la degradación de los tejidos grasos, los músculos y los carbohidratos que también son responsables de los olores fuertes e intensos emitidos por ciertas frutas como las frambuesas y las piñas.
Así que el aroma del cadáver humano es, según los científicos, un poco afrutado.