Una vida guiada en la luz
Una vida guiada en la luz es el testimonio de Ingrid Honkala (Ingrid García-Hansen Honkala, 1966-) oceanógrafa, quién a los tres años se ahogó en un tanque de agua helada y vivió una experiencia cercana de la muerte (ECM) para luego regresar a la vida.
A partir de este momento, siendo niña, tiene claro que no es su cuerpo y su esencia obtiene la capacidad de comunicarse con lo que le parecían sabios y misteriosos “Seres de Luz”. Ellos le fueron proporcionando introspecciones valiosas.
Le costó casi treinta años de acabar de comprender o asimilar su vivencia siendo niña. Pero, aquella dejó la "puerta abierta" con la dimensión más allá de la vida.
Posteriormente vivió otras dos ECM y sus aprendizajes le ha sido de gran ayuda a medida que ella ha ido encarando los retos propios de la vida como crecer, enamorarse y hallar su destino profesional como reconocida científica marina.
La autora nos revela que cualquier experiencia humana puede ser iluminada desde adentro. Ella afirma que podemos estar dispuestos a atender a las señales sutiles. Que debemos tomar en serio nuestra intuición y perdonar nuestras más retadoras dificultades. Cualquier persona puede experimentar una vida guiada desde de su interior, desde la Luz.
La autora proviene de una familia en la que su madre y su abuela forman parte de un linaje espiritual importante. Ambas le ayudaron a la niña Ingrid a asimilar la ECM y sus charlas con los seres de luz a través de la meditación, el sueño consciente, los viajes astrales, visualizar espíritus (que son distintos de los seres de luz), etc.
Relatos de tres experiencias ECM vividas
Sin duda, dentro de las experiencias cercanas a la muerte (ECM), Ingrid destaca por qué ha vivido tres de ellas. La primera la vivió, como hemos contado cuando sólo tenía tres años.
Fue en un momento que, según explica, por edad podía recordarla pero todavía no estaba condicionada por la educación. Posteriormente, tuvo otras dos, la última ya de adulta se le ofreció por primera vez decidir si quería volver.
Para ella, el amor no tiene barreras, no hay tiempo fuera del cuerpo físico, y que desde el no espacio y tiempo se puede influir en esta realidad. Que la vida humana es contraste y es este el que nos pone frente al propósito vital. El contraste permite que la experiencia terrenal pueda darnos el verdadero sentido de lo vivido.
La gran barrera para ello es el miedo, aunque a su vez es también el gran camino. El miedo no es para rechazarlo, sino para preguntarse que es lo que pretende mostrarnos. En la autoobservación de las emociones es cuando se nos revela la esencia de las capas que nos conforman.
El miedo puede servir para convertirlo en un instrumento que nos sirva para iniciar un camino. El miedo es una construcción de la mente y por ello no existe.
Más allá del miedo a morir: vive en gratitud
El miedo simplemente es para manifestar nuestra consciencia y observar quién es el "observador": la consciencia, y para liberar las energías del cuerpo de forma que estas no queden atrapadas.
También defiende que "Siempre di y haz lo que sea correcto. Confía en lo que sientes en tu corazón y si algo te produce miedo o incomodidad, este no es el camino. En ausencia del miedo sólo hay amor. Cuando hay amor el camino se revela claro y sencillo".
Las dos herramientas para facilitar la conexión con la conciencia universal, con los seres de luz, con la sabiduría interior, con los guías espirituales, con la vida o como queramos llamarla, que recibió Ingrid en sus ECM: son aprender a calmar la mente y vibrar en la energía de la gratitud.
Sólo podemos agradecer aquello que nos hace sentir bien, y nos hace sentir bien aquello que amamos, por que ambos son sinónimos. Y argumenta que "deberíamos sentirnos en gratitud con la vida, ya que para existir se necesitan trillones y trillones de partículas que se pongan de acuerdo para conformarnos y ser la manifestación efímera, pero rica de lo que llamamos "ser humano". Una expresión de la divinidad que somos".
En síntesis, sus experiencias cercanas a la muerte la han estimulado a amar la vida, a vivir la experiencia cercana a la vida que se nos ha dado y a que aceptemos que somos una manifestación de la expresión divina en el plano terrenal. Por tanto, vive en gratitud.