Aquellas que no deben morir es un proyecto de teatro experimental del Colectivo Las Huecas, que se acerca a la idea, la gestión, la localización y la economía de la muerte. Cuenta también con la colaboración de la asociación Som Provisionals.
En el contexto de una sociedad hedonista e hiperpositiva que glorifica la juventud y demora la realidad del traspaso, esta obra nos propone sumergirnos en la exploración de las estructuras sociales y políticas que gobiernan la muerte para así habilitar instrumentos que interrumpan el relato convencional.
La muerte es parte del teatro y este nos invita a morir y sentados nos invita a experimentar un brote de alta emocionalidad. El teatro es capaz de sacar nuestros ángeles y demonios entre que se abre el telón y se baja finalmente.
Por eso el teatro nunca va a desaparecer, los seres humanos necesitan de que se pongan en escena sus vulnerabilidades y la muerte, es una de ellas. A la muerte, aunque nos habita desde nacer, se le teme.
Cuando el teatro se adentra en los entresijos de la muerte siempre es una invitación a la catarsis, una oportunidad para tomar conciencia, para verse reflejado en la escena, en definitiva, para superar situaciones que nos bloquean.
El teatro es algo más que una simple manifestacion artística y su poder catártico es tan potente, que en tiempos de pérdida de libertad es lo primero que se prohíbe.
Bertolt Brecht (1898 – 1956) nos lo dejó bien claro: "El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma.“
Así que la propuesta escénica del Colectivo Las Huecas, Aquellas que no deben morir, nos incita a preguntarnos durante una hora, sobre la muerte desde la provocación más extrema.
En esta obra, la muerte es esta presencia que ignoramos implorando a la eterna juventud. Pero la muerte de Las Huecas, es como una sombra cotidiana que danza a ritmo frenético. Una presencia de la que no sabemos cuando nos cubrirá definitivamente con su manto, y apagará la luz que desprendemos en vida.
La muerte de Aquellas que no deben morir, te lleva a las profundidades del Ser. Los cuerpos desnudos danzando excitados con la muerte por el escenario solo pueden mirarse de soslayo, como cuando uno mira el sol.
Las danzas de la muerte de Las Huecas a lo largo de la representación teatral atizan el dolor ante la pérdida. En sus contursiones apasionadas subyace la impermanencia del ser frente a un paseo fantasmal inacabable. Un espejo que provoca la reflexión sobre nuestra fragilidad para encontrar un sentido a la existencia.
El espectador se enfrenta a una invitación a mirar lo desconocido, aquello que nos da miedo y a recordar que la vida no existiría sin la muerte. Quizás por ello, como bien expresan sus protagonistas, se mueven en la frágil línea del ridículo y la veracidad de la valentía con la que asumen este pequeño acto de amor que es morir y que en la escena exprimen sin tapujos.
Para darle ritmo se mezclan momentos de comicidad con momentos discursivos, entre unos y otros se ponen las bases para un alegato de reflexión sobre las cuestiones que desconocemos de la realidad funeraria de nuestro país.
Quién entra en escena sin actuar es Núria Isern, una tanatopractora de profesión. En la obra se centrará en ilustrar aspectos de su actividad, la tanatoestética, o sea sobre los arreglos estéticos para enbellecer el cadáver de una de las actrices.
Con rigor enseña como suturar la boca o modelar una sonrisa, sin olvidar del taponado de todos los orificios corporales para evitar la pérdida de fluidos putrefactos.
“Si fueran conscientes del estado de vulnerabilidad con el que llegan a nuestras manos, entendería la compasión con la que trabajamos” nos advierte. Cada cual piensa en sus muertos; mientras, recita las cinco fases del duelo que siempre se pasan y que definió Elisabeth Kübler-Ross.
Frente a la figurante viva a modo de cadáver, pero embolsada, Núria confiesa que, mientras trabaja, le explica al fallecido cómo está su familia o qué dicen de él. Y cuando el trabajo ya está hecho, le desea un buen viaje.
Haciendo suyo el dicho ‘Si la vida te da limones…’ los fantasmas de Las Huecas ponen blanco sobre negro la celebración del poder revolucionario que reside en construir la catarsis desde la imperfección y la reproducción cercana.
Aquellas que no deben morir, más allá de la performance, también es una implacable denuncia de ciertos aspectos de la realidad funeraria. Lo hacen con una camisetas "memora" imitando el logo de la empresa líder del oligopolio funerario español.
Juegan con la ironía y el ridículo, pero cuestionan y denuncian la gestión empresarial y gubernamental de la muerte; un proceso que paga el 21% de IVA, como si de un producto de lujo se tratara.
En realidad, el Estado sabe que se gana mucho dinero extorsionando a los muertos (vaya a la familia), Que el negocio funerario es opaco y sin escrúpulos, que se aprovecha del dolor para engrosar la factura.
El Estado lo sabe, mantiene una legislación obsoleta y, por tanto, también quiere parte de la tajada en impuestos. Se han liberalizado los servicios funerarios, pero a marchas forzadas las funerarias luchan para la supremacía de quedarse con más y más cadáveres al precio que sea.
La pandemia ha puesto en evidencia que el muerto ya no pertenece a sus seres queridos, que es una mercancía todavía con valor monetario a la que con el seguro de decesos o en cash se le sacarán pingües beneficios.
Algunos ayuntamientos todavía se plantean bajar los precios de los funerales, pero la muerte vale su precio en esta sociedad organizada para exprimir a sus individuos desde su nacimiento.
La industria funeraria es uno más de los exponentes del capitalismo salvaje, mimetizada en el sotobosque de la atención al duelo y boicoteando los funerales ecológicos.
Aquellas que no deben morir, deja el espacio final para que a través de Julia S. Cid, del colectivo Som Provisionals, se invite a la reflexión sobre la realidad de los servicios funerarios en este país.
Las Huecas, como colectivo teatral, nace el año 2016 con la voluntad de llevar a cabo creaciones escénicas desde la práctica colectiva.
Lo forman las actuantes: Júlia Barbany, Esmeralda Colette, Núria Coromines y Andrea Pellejero, todas ellas nacidas entre 1990 y 1995. Para la obra Aquellas que no deben morir cuentan con dos personas reales, la experta funeraria, Núria Isern i la asesora en procesos de duelo Julia S. Cid.
En su estrategia escénica la precariedad del cuerpo y de sus circunstancias, se muestran en un juego abierto de los códigos teatrales, a modo de poetización del fracaso o de performance de la retirada permanente.
El Colectivo de Las Huecas ha diseñado una aportación basada en la dinámica del ritual, en un contexto destinado a cuestionar la institucionalización de la muerte y también, por tanto, de la propia vida.
Aquellas que no deben morir, una coproducción del Colectivo de Las Huecas con La Infinita de L’Hospitalet de Llobregat, l’Antic Teatre de Barcelona y el TNT, fue premiada en el 2021 con el Premi L'Apuntador. El galardón es un reconocimiento a una propuesta teatral que convierte el escenario en lugar ideal para hablar de la muerte con una visión artística y a la vez reflexiva.
Teatro documental y creación contemporánea, vida y muerte en un montaje del que los espectadores se llevan un impacto más que notable. La obra aunque se mueve por teatros alternativos deja huella.
Más información
>> Puedes ver el reportaje (en lengua catalana) realizado por la televisión betevé (Enero 2022)
>> Una crítica teatral de la revista Itaca Eolia (2021)