A medida que se avanza hacia la inteligencia artificial y los implantes bioneurales surge la pregunta sobre si la mezcla de lo humano con la cibernético permite mantener el alma o el espíritu.

Hay películas que uno no sabe si se anticipan o simplemente preconizan una realidad. Ghost in the Shell 2: Innocence (2004), la película de animación de Mamoru Oshii (1951-) es una de ellas.

Lloramos por la sangre de un pájaro, pero no por la sangre de un pez. Bienaventurados los que tienen voz. Si las muñecas androides pudieran hablar, sin duda gritarían: -Yo no quería convertirme en humana".

Sin duda, lo que nos distingue como seres humanos sea nuestra vida efímera y ser capaces de amarla incondicionalmente.

Ghost in the Shell 2: Innocence es la secuela de Ghost in the Shell, gran éxito de la animación japonesa en 1994, cuya estética y argumento inspiró The Matrix (1999).

En esta entrega, el argumento está a poco menos de un cuarto de siglo del futuro imaginado. En el año 2032, la frontera entre seres humanos y máquinas se ha reducido a niveles casi imperceptibles.

En este contexto, un policía cyborg,  detective de la unidad antiterrorista (Batou) investigará porque una serie robots de formas femeninas (una muñeca androide o ginoides, como la denominan en el film), creadas exclusivamente como compañeras sexuales, de pronto asesinan a sus amos y luego se autodestruyen.

Batou deberá indagar en las profundidades de la conciencia humana y en la sociedad del momento; donde la diferencia entre los robots y los humanos es extremadamente vaga.

Innocence nos lleva a las fronteras entre la inteligencia artificial y la natural argumentado que estas se desvanecen cuando se mezclan. El fino hilo del alma -el espíritu o el 'ghost' en el lenguaje de la película- es un alma capaz de escabullirse por la red y crecer sin cuerpo físico.

Algunas de las reflexiones que aparecen en el film creemos que son suficientemente reveladoras para transcribirlas. Una oportunidad de reflexionar sobre la la Vida y la Muerte.

"Confucio preconiza que si no conoces la Vida, entonces no puedes conocer la muerte. No es habitual encontrar un hombre que conoce la muerte.

La mayoría encuentra la muerte sin estar preparados, armados simplemente con una familiaridad ignorante. La gente muere porque es inevitable.

Pero para una vida, la muerte es una precondición de Vida. La duda que nos preocupa es si un ser que parece vivo en realidad está vivo. Y por otro lado si un objeto inanimado podría en realidad estar vivo.

La cuestión es si un objeto inanimado podría llegar a vivir realmente; es por eso que los muñecos androides resultan tan aterradores puesto que están hechos a imagen y semejanza de los humanos, de hecho se les trata a veces como a tales.

Piensa en el desasosiego que preocupa a esos muñecos, piensa y lo verás claro. Es porque son réplicas perfectas de los seres humanos, de personas.

Lo que de verdad aterra a los humanos es enfrentarse a si mismos, pensar que tal vez no sean más que la suma de meros mecanismos y materia, perfectamente conjuntados.

En otras palabras, enfrentarnos al terror de que fundamentalmente los humanos, la humanidad entera, pertenezcan al vacio, por eso nos da miedo...

...La ciencia, en el intento de descubrir el secreto de la vida, también ha desencadenado este terror.

La noción que la naturaleza es calculable lleva inevitablemente a la conclusión que los seres humanos también podemos ser reducidos a piezas mecánicas elementales.

El cuerpo humano es una máquina que da cuerda a sus propios mecanismos es la imagen viviente del movimiento perpetuo.

En esta era las tecnologías de la robótica y la neurología electrónica ha resucitado la teoría antigua que el hombre es una máquina.

Ahora que los ordenadores tienen memorias externas, los humanos han buscado de forma agresiva la automecanización para ampliar los límites de sus funciones.

Decididos a dejar atrás la selección natural darwiniana, esta tosudez humana por superar las barreras evolutivas también revela el deseo de trascender la búsqueda de la perfección que le hizo nacer...

...El sueño de una vida equipada con un maquinario perfecto engendró esta pesadilla. La geometría eterna de Dios, de Platón...

Y tú, como quieres saber que esta realidad es auténtica o un cúmulo de falsas ilusiones generadas por señales virtuales.

Los seres humanos son solo los hilos en los que se teje el sueño de la vida. Si el sueño es la consciencia incluso las almas son solo los puntos que configuran la trama uniforme de la matriz...

Claro que si no crees en el alma no conocerás la locura ni la esquizofrenia, ni nada de todo eso.

La vida y la muerte van y vienen, como títeres que bailan sobre una mesa, cuando les cortas los hilos, en seguida se hunden."

Un film que se pregunta ¿cómo distinguir el sueño de la realidad? ¿serán posibles las máquinas conscientes o con sentimientos? ¿cómo distinguir entonces a un androide con conciencia de un humano? ¿tiene continuidad la conciencia humana una vez que abandona el cuerpo? ¿la memoria de un androide se integra en el mundo virtual cuando "muere"?.

En definitiva, Ghost in the Shell 2: Innocence, como puede intuirse de estos textos transcritos del film entre los minutos 62 al 71.

Dejo pues constancia de estas meditaciones quizás premonitorias sobre la naturaleza de lo humano y las imitaciones con las que pretenden convivamos en el futuro.

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