El duelo se considera la respuesta que da la psique humana ante la pérdida como forma de controlar y de dar sentido a la muerte o a la pérdida de algo querido.
Es una emoción que todos los seres humanos compartimos ya que forma parte de nuestra esencia vital; y es que un día tenemos que perder a la gente que queremos.
Por tanto, la pérdida es una realidad con la que las personas tienen que lidiar cuando esta se produce. La emoción con la que reaccionamos frente a la pérdida es el duelo.
Sin embargo, lo que está haciendo nuestra sociedad occidental con el duelo es individualizarlo como proceso, cuando en realidad es un problema colectivo. Una visión que defienden algunos investigadores, como Peter Clement Lund y que compartimos.
El duelo puede verse como una emoción que, en muchos sentidos, es esencial para la autocomprensión, la relación con uno mismo y la relación con los demás.
El duelo es el período que permite descubrir que la pérdida no nos quita nada, sino que nos abre la luz del amor atesorado durante la relación con el ser querido.
La prolongación del tiempo del duelo tiene su raíz en un problema social y aparece en toda sociedad que niega el poder del corazón. Es por eso que la persona doliente puede sufrir e incluso necesitar un tratamiento para salir de ahí.
Es un problema social ya que la sociedad actual esconde la muerte y el amor que brota tras la pérdida. Es por eso que se convierte en una realidad privada, ya que no queremos ver el duelo en nuestros semejantes.
El hecho de que la gente sufra tanto con el duelo no es porqué estén enfermos, es porque la sociedad como colectivo, ha perdido la habilidad para dar ayuda. El duelo patológico aparece porque como colectivo social se rechaza la temporalidad del Ser físico que encarnamos.
El duelo nos recuerda que no somos inmortales y nos pone frente a la impotencia colectiva para aceptar la muerte. Es esta negación de la muerte a nivel social la causante del duelo como una emoción que hay que superar.
En la actual sociedad medicalizada, el duelo se trata con terapia psicológica, o incluso farmacológica. A la vez, se rechaza que la solución aparece por sí sola, cuando se resuelve el problema colectivo: la no aceptación de la muerte.
De ahí que haya decenas de libros de autoayuda y psicología sobre el duelo y con las etapas del proceso bien definidas. Por eso, la asistencia al duelo ya se añade como un servicio de "excelencia" en la mayoría de las funerarias.
En cambio, los libros para comprender la muerte o las talleres sobre el tema del proceso de morir son más escasos. Y más escasos son los recursos para facilitar que la luz que emana del corazón tras una pérdida brille.
No se ha integrado que el duelo llega porqué el colectivo humano no reconoce ni acepta como natural el acto amoroso que significa que un día dejamos este plano de existencia.
Nuestra despedida del planeta Tierra no debería ser un funeral o un ritual de 50 minutos y/o acercarse al tanatorio unos minutos para dar el pésame.
Así que la cuestión de fondo que debemos plantear es ¿en qué clase de mundo vivimos, de dónde surgen estos problemas?. ¿Qué tipo de sociedad y cultura crea estos problemas para sus individuos?
Ante estas preguntas observaremos que el problema es que vivimos en un mundo que valora la velocidad y la posibilidad de ser una persona flexible y ágil. El duelo, en cambio, es totalmente contrario a todos los ideales normativos que existen en la sociedad actual que nos educa en la "permanencia".
El duelo es una forma de reposo, es el dejar aflorar que el ser querido se ha integrado nuevamente al universo, la consciencia, a Dios, a nuestro corazón o a lo que se quiera creer. Es un habilidad para crear un espacio íntimo. Pero este sólo es posible cuando la sociedad reconoce que el primer paso para un duelo auténtico es poderse implicar en el ritual de despedida.
El duelo prolongado, aparece en cualquier sociedad que niega la realidad vital que vamos a perder los seres queridos tarde o temprano. Entonces el duelo deviene una especie de tiempo congelado cuya mirada queda fijada en el pasado, en lugar de que brille en el presente.
La paradoja es que el estilo de vida moderno, el que nos rodea, se acelera cada vez más y sólo mira hacia el futuro a la vez que demanda flexibilidad vital.
Por eso bloquea en general los procesos emocionales, porqué son lentos y por que demandan enfocarse en el presente y en el amor, ambos son enemigos de la sociedad consumista.
La solución pasa por impulsar una sociedad que reconozca la provisionalidad de la existencia, que propugna no acumular bienes materiales y que impulsa gozar de las experiencias de la Madre Tierra, incluidas las despedidas de los seres queridos. Es entonces cuando somos capaces de considerar la muerte de manera diferente y de ir más allá de lo «tradicional».
Nuestra sociedad nos saca la muerte de nuestras vidas. Es por eso que perdemos las formas colectivas de manejar el duelo y este se reduce a un problema individual.
Antiguamente, cuando alguien moría, era el colectivo que perdía a un individuo, ahora parece todo lo contrario, que es el individuo quien pierde al colectivo.
A su vez, la medicalización ha jugado un papel importante en la transformación de nuestra relación con la muerte y el duelo deconstruyendo que se asuma como un proceso natural y vital.
Llevamos a los moribundos al hospital y dejamos que los funerarios se ocupen del cadáver. En nuestro país el acompañamiento al moribundo es algo todavía excepcional, cuando debería ser la normalidad (no me refiero a los cuidados paliativos, que son igualmente claves).
El duelo como emoción se convierte en patológico (además del duelo recreativo o recreational grief) al no poder obtener una respuesta resonante con la naturaleza empática humana.
El duelo deviene una forma de resistencia frente a un mundo cada vez más acelerado y alienante. Frente a determinadas pérdidas sociales, simplemente, las liquidamos emocionalmente con un "minuto de silencio". Así hemos incrementado la inflación de compasión colectiva.
Como emoción, el duelo puede ser parte de la persona a modo de proceso de aprendizaje consciencial, pero la sociedad quiere que este desaparezca en algún momento para continuar la "permanencia" y que el individuo siga en la rueda del consumo.
Una de las testimonios, que aparece en el reportaje de ARTE TV Del duelo, realizado por Claudia Euen e Isabel Hahn (2022), Lucile, reconoce que "perderlo todo me dio una especie de serenidad porque descubrí que después de aquella muerte ya no tendría miedo de nada; de hecho lo peor ya había sucedido... Así que tuvimos que empezar de nuevo, a reconstruir de nuevo paso a paso."