El aislamiento social provoca a menudo que estas personas mueran en solitario, una realidad que en el caso del Japón ha acuñado un vocablo específico: kodokushi, el cual se refiere a una situación en la que “una persona muere sin que nadie la cuide y cuyo cuerpo se encuentra como cadáver después de un cierto período”.

La muerte solitaria o en soledad es aquella en la que una persona, que habitualmente vive sola, fallece en casa sin que nadie lo sepa y la encuentran días después. En España también se da y es relevante como muestran algunos estudios.

La muerte solitaria conlleva habitualmente la demora en poder dar el tratamiento post mortem y el fallecido se encuentra cuando ya se han iniciado los procesos cadavéricos. Esto obliga a lo que se denominan las limpiezas forenses o limpiezas traumáticas de los domicilios donde se ha producido la muerte solitaria.

La soledad invisibilizada
Algunas personas solitarias comparten su vida con animales domésticos.

Se puede definir la soledad como un “sentimiento subjetivo desagradable o angustiante causado por falta de conexión con otras personas, junto con un deseo de gozar de más relaciones sociales o relaciones más satisfactorias”.

Otra forma de soledad es el aislamiento social o el hecho de tener objetivamente pocas relaciones o roles sociales y un contacto social poco frecuente. Muchas personas, especialmente, mayores viven solas y con un escaso intercambio social.

La sabiduría y la experiencia de las personas mayores es un recurso de inestimable valor. Reconocer y valorar la contribución de las personas mayores es esencial para el florecimiento a largo plazo de cualquier sociedad”, escribió el líder budista japonés Daisaku Ikeda (1928–2023).

Se sabe que tanto el aislamiento social como la soledad tienen efectos adversos sobre la salud. Hay estudios que evidencian que la falta de interrelación social provoca un aumento de la mortalidad especialmente por causas, cardiovascular y/o cáncer en las personas afectadas.

El aislamiento social también está relacionado con un estilo de vida en el que falta el ejercicio físico, la alimentación puede ser deficiente o inadecuada y por supuesto el alcohol y otras adicciones.

El problema del aislamiento social también está relacionado con la digitalización vital; en este caso afecta especialmente a los jóvenes.

En Japón, el fenómeno, conocido con el término japonés "hikikomori", define a los jóvenes que se encierran en sus aposentos y pasan sus días aislados y recluidos en casa, a menudo durante meses.

La muerte solitaria consecuencia de la pérdida o distanciamiento de familiares
Miles de personas que viven aisladas de sus entornos sociales mueren solas y pueden pasar semanas, meses o años sin que nadie se entere. La limpieza forense se convierte entonces en algo necesario.

El kodokushi es el resultado de la combinación entre el aumento de la edad promedio de la población a la vez que al mismo tiempo se debilitan los lazos familiares.

La Agencia Nacional de Policía de Japón a mediados del 2024 advertía estimar en más de sesenta mil las muertes en solitario o kodokushi para finales de 2024, teniendo en cuenta que en el primer semestre fueron casi cuarenta mil.

Las cifras de kodokushi se han multiplicado por dos en comparación los datos del 2010 y las empresas de limpieza especial ('tokushu soji') están en alza. Pero esta realidad está ya presente en la mayor parte de las sociedades desarrolladas, aunque quizás con menos casos.

Aproximadamente el 25 % de los estadounidenses de 65 años o más viven socialmente aislados y con pocos contactos o nulos con la comunidad del vecindario. El aislamiento social también está ligado al fenómeno de la migración.

A menudo, esta situación es producto de la falta de apoyo social, mientras que en otras ocasiones lo favorece la pérdida de amigos y familiares, enfermedades crónicas, deterioro sensorial, dificultades económicas e incluso por la depresión ante una jubilación anticipada, etc.

En Corea, las muertes en soledad o godoksa afecta en unas 5,3 veces más a hombres que a mujeres. En parte, más del cuarenta por ciento de los coreanos mayores de 65 años viven al borde de la pobreza.

El problema se considera grave en Corea del Sur, ya que en el 2023 fueron 3,661 las muertes en soledad. Esta cifra hizo que se promulgara la Ley de Prevención y Gestión de Muertes en Soledad.

Esta establece varias medidas sistemáticas para prevenir las muertes solitarias. Entre ellas se encuentran una mejor vigilancia e identificación de las personas en riesgo, educación, investigación y “la creación de un entorno social para prevenir las muertes en soledad”.

En España alrededor de un 25 % de los ancianos viven solos, eso supone unas 4.687.400 personas (datos 2017) casi dos millones tenían 65 años y más y estos hogares unipersonales son habitados en casi un 60 % por mujeres.

Conectados y acompañados
A menudo las personas que viven solas y mueren en soledad padecen también del síndrome de Diogenes y sus viviendas parecen el almacén de una chatarrero.

Los seres humanos somos criaturas esencialmente sociales, y esta sociabilidad persiste tanto en la vida como en la muerte.

El valor de tener acompañamiento y comunidad en el momento de la muerte no se trata sólo de un beneficio, sino de una necesidad.

El proceso de morir de un ser humano le compete sólo a él, pero la atención de la comunidad acompañando el proceso supone siempre un apoyo.

Por tanto, la muerte solitaria no es tanto que sea una mala forma de morir, pero esta afecta al entorno social de la persona que fallece. Esta realidad fue realmente trágica durante la etapa Covid-19 en 2020.

La soledad es una realidad fruto de una autoconciencia angustiosa basada en un desajuste entre las expectativas de relaciones sociales y la percepción que uno tiene de las propias relaciones sociales. En estos casos, la cuestión es ¿por qué la muerte en soledad se considera una mala muerte?.

El concepto de la dignidad, como en “morir de forma digna”, se ha utilizado a veces para contraponerlo a las muertes en soledad. La muerte es si no tiene que ser indigna, por ejemplo, si la persona muere de un ataque cardiovascular mientras duerme.

El concepto de indigno es percibido como tal por las personas que deben hacerse cargo del cadáver (familiares, limpiadores forenses, personal judicial, etc.), especialmente, si este ya está en fase de putrefacción.

Redes de acompañamiento para un buen morir
Pensamos que una muerte en soledad es una mala muerte, pero la cuestión debería precisar exactamente que es lo que falta en la muerte que la hace solitaria.

Uno puede no relacionarse mucho o nada con su comunidad, pero si la persona fallece en un domicilio sin que nadie se entere porque vive sola, esto va a tener repercusiones sociales.

Una muerte en soledad es mala, pues puede significar que la persona que muere se de cuenta de que no le importan los demás y/o de que los demás no se preocupan por ella.

Los seres humanos nos relacionamos por que tenemos interiorizado la pertenencia a la “humanidad” y nos sentimos parte de un colectivo que de innato se siente feliz con la ayuda mutua.

De hecho, los cuidados sociosanitarios aportan bienestar y ayudan a que la persona pueda alcanzar su máximo potencial.

Una muerte en soledad —o una muerte sin atención alguna— es mala porque priva a las personas de su muerte como personas completas, por eso debe prevenirse, pero desde el punto de vista ético no es una muerte indigna.

Fomentar las redes de acompañamiento en el caso de las personas mayores que viven solas debería ser una prioridad en toda sociedad ya que estimula la ética del cuidado entre seres humanos.

En definitiva, cuidar a las personas, para facilitar buenas muertes y prevenir que la muerte no sea descubierta hasta pasados días o más de haberse producido.

Libros y películas sobre la muerte solitaria sin redes de apoyo

Sobre el tema también de la muerte solitaria existe la novela Los kodokusha (2024) de Milena Michiko Flašar, una indagación sobre el impacto vital que provoca en las personas que trabajan en limpieza forense, de aquello qué les lleva a aceptar ese trabajo y, por supuesto, de cómo afecta a su vida personal.

El film Kodokushi (2020) de Ensar Altay (ver trailer en inglés), en él se presenta a Norihito quien trabaja para una empresa que limpia las casas de los fallecidos en solitario. Las muertes solitarias que encuentra lo empujan a enfrentarse a su propio pasado, pero este esfuerzo también lo lleva a nuevos problemas inesperados.

Un relato corto en castellano Kodokushi: Muerte solitaria (2019) de Etto Barnet que narra la historia de Hitoshi Hamasaki, un jubilado estatal de la compañía ferroviaria de Japón que se despierta un lunes sabiendo que su esposa ha muerto durante la noche. A sus ochenta y seis años, bastante afligido por su pérdida, sin aliento y con los achaques de la edad, debe hacerle frente a su triste destino.

Un interesante estudio realizado en el sur de Australia titulado: The forensic implications of lonely deaths (Kodokushi) – A South Australian study (2025) de Roger W. Byard.

Las imágenes de este artículo reproducen las publicadas por Kojima Miyu autora de un trabajo artístico reproduciendo en miniatura las escenas de kodokushi cuando trabajaba de limpiadora forense, así como las publicadas entre otras, por Invisible Photographer Asia.

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