La putrefacción en el medio terrestre ha sido observada culturalmente como meditación, observada científicamente bajo el prisma de la medicina forense, y descrita desde la óptica de la biología.
En las profundidades marinas, más que descomposición de los cadáveres de los grandes cetáceos, se trata de un aprovechamiento o reciclaje.
Este proceso biológico, que ocurre en los fondos submarinos abisales, ha podido ser observado en tiempos recientes. Un logro científico que aporta sorprendentes observaciones.
El tanatobioma submarino o ecosistema faunístico sobre el cadáver de un gigante marino, da vida una rica variedad de organismos.
Todos ellos están especializados en aprovechar cada una de las capas del tejido blando y del esqueleto del cadáver de los grandes cetáceos que llegan a los fondos marinos abisales.
Hace apenas unos lustros que gracias a la tecnología robotizada se ha podido observar los fondos marinos abisales. A ellos llegan los cadáveres de ballenas muertas donde se convierten en un festín para la fauna abisal.
El cadáver de un gran cetáceo son varias toneladas de materia orgánica, atrae a una gran variedad de organismos de las profundidades marinas para darse un festín.
Al igual que en el cadáver de un animal en tierra se desarrolla un tanatobioma, lo mismo sucede con las ballenas varadas en los fondos abisales.
Los organismos que cumplen esta función de reciclaje en las profundidades del mar, viven en un región fría, bajo una inmensa presión y oscuridad absoluta. Un ambiente en el cuál el tiempo se mueve con otros parámetros. (1)
En resumen, el cadáver de una ballena depositada sobre los fondos abisales es una bendición alimenticia en esta ecosistema oceánico típicamente pobre en nutrientes. (2)
Los primeros que se incorporan a este tanatobioma submarino se encargan de comerse el tejido blando del cetáceo. Entre todas las especies participantes, procesan de 40-60 kg de tejido graso por día.
En una carcasa de cinco toneladas, se observó que los participantes tardaron unos cuatro meses en acabársela. Sin embargo, en una gran ballena de 35 toneladas la descomposición hasta dejar el esqueleto desnudo puede durar de nueve meses a dos años.
Se cree que para llegar a deshuesar una ballena participan decenas de miles de organismos de más de 400 especies especializados que gracias a la energía que les extraerán de su cadáver podrán vivir entre 50 y 75 años.
Las especies que viven de este maná marino son realmente extraordinarias. Un trabajo científico publicado en el Annual Review of Marine Science (2015) detalla los animales de aguas profundas que participan en el tanatobioma submarino sobre una ballena. (3)
De forma resumida, y con una sensibilidad fílmica extraordinaria, el video Whale-Fall After Life of a whale, ilustra las fases de la fauna que se alimenta del cadáver de una ballena tras su muerte.
Así pues, cuando una ballena muere, su cuerpo se convierte en una historia fascinante para cualquier amante de la naturaleza. Es un milagro porque donde aterriza la carcasa de la ballena se convierte en un ecosistema de una riqueza biológica inusitada como hemos detallado.
El tanatobioma submarino pasa por diversas etapas tras la caída de una ballena. En la primera fase, llegan los carroñeros de los fondos marinos como algunas especies de tiburones y lampreas de las profundidades, peces cola de rata, peces brujos, pequeñas cantidades de cangrejos litódidos, y millones de anfípodos que huelen estos cadáveres de ballenas en el agua y nadan hacia ellos de lejos.
En el tanatobioma marino es la fauna vertebrada e invertebrada quiénes realizan un trabajo esencial. Luego, en una segunda fase (la fase llamada de enriquecimiento oportunista), son básicamente invertebrados, gusanos poliquetos, crustáceos y moluscos que se alimentan de restos de grasa del cartílago y de las superficies de los huesos. (4)
La etapa final, se inicia cuando sólo quedan los huesos del esqueleto y es la llamada etapa sulfolítica, que puede durar décadas.
Esta etapa involucra a dos conjuntos de bacterias quimiosintéticas que crecerán y descompondrán los huesos de las ballenas.
Por un lado, se desarrollan las bacterias anaeróbicas que usan el sulfato del agua de mar para digerir el aceite encerrado en los huesos de la ballena.
Del otro, las bacterias sulfurosas que utilizan el sulfuro de las bacterias anaeróbicas para generar energía combinándola con oxígeno disuelto.
Todo este ecosistema bacteriano atrae a una comunidad más grande de especies diversas y raras, incluidos moluscos, gusanos tubulares que tienen las bacterias viviendo simbióticamente dentro de ellos. La simbiosis resulta pues clave para disponer de energía en un mundo sin luz solar.
Curiosamente, la diversidad de especies y en número encontradas en esta última etapa es más grande que en la de cualquier comunidad conocida del fondo marino profundo. Se han encontrado más de treinta mil organismos en un solo esqueleto.
Los científicos estiman que la aportación en nutrientes sobre el fondo marino de un cadáver de ballena en descomposición de cuarenta toneladas puede ser el equivalente al carbono depositado normalmente a lo largo de dos mil años en un fondo normal.
Más de siete años realizando inmersiones profundas para observar cadáveres de ballenas en el Cañón de Monterey con los equipos robotizados por parte del Instituto de Investigación del Acuario de la Bahía de Monterey (MBARI) han permitido descrito nuevas especies sobre estos cadáveres.
Los científicos acceden a los cadáveres de ballenas sumergidas a través de un vehículo sumergible o de control remoto (ROV).
En octubre de 2018 el equipo de MBARI en el Monterey Bay National Marine Sanctuary descubrieron poblaciones de más de mil pulpos hembras en crecimiento de la especie Muusoctopus robustus. Este extraño pulpo tiene una postura de crianza inusual "al revés", del resto de octópodos. (5)
Entre las nuevas especies (básicamente invertebrados) descritas en el tanatobioma del cadáver de una ballena en el Santuario Marino de Monterrey, se cita la anémona Anthosactis pearsea, una especie pequeña, blanca y con forma de cubo.
Entre los gusanos destaca Osedax frankpressi conocido como los gusanos zombis que comen huesos. Estos no tienen ojos ni boca, pero presentan penachos rojizos que actúan como branquias y algún tipo de filamentos verdes.
Estos filamentos albergan las bacterias simbióticas encargadas de descomponer las proteínas y los lípidos de los huesos de ballena y de esta manera suministran nutrientes a los gusanos.
La forma macroscópica de este gusano acostumbra a ser siempre una hembra, que contiene docenas de machos microscópicos dentro de su cuerpo.
Un último ejemplo a resaltar en sus descubrimientos es el gasterópodo Rubyspira, un caracol de 3-4 cm de longitud, especialista en roer los últimos restos de huesos de ballena.