Era casi medianoche, escribía tranquilamente en mi estudio situado en plena naturaleza. Estaba concentrado en el artículo para esta web Todos los viajes tienen un destino secreto..., cuando de pronto oigo en el ambiente como un leve chirrido agudo.
Cuando uno se hospeda en medio de la naturaleza sabe que se convive con arañas, lagartijas, murciélagos, etc. Así que tampoco le dí más importancia.
Pero al rato, este chillido agudo volvió a sonar en mis oídos y esta vez me giré para poner atención de donde venía. Inicialmente pensé que se trataba de algún murciélago que se hubiera colado en la estancia, algo que ya he experimentado.
La estancia estaba a oscuras y trabajaba con una suave lamparita de mesa que ilumina tan sólo el teclado del portátil.
Linterna en mano, para no abrir las luces de la habitación y provocar un alboroto, si de un murciélago se trataba, me levanté. Con el haz de luz enfoqué sobre la zona del techo donde podía estar posado el intruso para poderlo capturar y devolverlo a la noche forestal.
Al poner el foco en la zona de donde venía el zumbido intermitente desafiante, se levanta un insecto enorme de casi diez centímetros volando de forma estruendosa.
En un momento el bicho se posó sobre el tejado de una maqueta de estación de tren que tengo en una estantería. Al acercarme, pude ver que se trataba de un ejemplar de la mariposa nocturna conocida como esfinge calavera o esfinge de la muerte (Acherontia atropos).
La esfinge calavera es un lepidóptero de la familia de los esfíngidos originaria de África oriental, pero afincada también en el sur de Europa. De esta familia de mariposas había observado a menudo la curiosa esfinge colibrí (Macroglossum stellatarum) que vuela igual que los colibríes, cerniéndose como suspendida en el aire, y que liba las flores con su larga trompa.
La esfinge calavera es una mariposa nocturna y migratoria, aunque sedentaria en el sur de Europa. A pesar del nombre que la designa, se alimenta de dulces, en este caso de miel que roba entrando en las colmenas o de nectar floral que extrae con su trompa. Según parece dispone de una feromona que las abejas la reconocen como si fuera una de ellas.
Pero su nombre científico no es nada dulce. El nombre del género, Acherontia lo toma de Aqueronte, que en la mitología griega era uno de los ríos del inframundo por cuyas negras aguas cruzaba el barquero Caronte transportando el alma de los muertos en su barca. El nombre de la especie hace honor a una de las tres Moiras o diosas griegas del destino: Átropos. De entre las tres hermanas deidades del destino humano, ella era la encargada de cortar el hilo de la vida.
La esfinge calavera impresiona un poco dado que es una mariposa de tamaño grande, con cuerpo peludo rayado en amarillo y negro y en la espalda, el dorso del tórax, como si de un tatuaje se tratara, luce un diseño que puede asimilarse al de una calavera.
La biología de este bicho nada tiene que ver con la muerte, sin embargo, la tradición popular advierte que presagia una muerte cuando uno la observa. Tras capturar cuidadosamente a esta bella mariposa la deposité en la corteza de un árbol donde se quedó tranquila. Sin embargo, a mi me costó dormir.
Para alguien que se pasa el día investigando y elaborando contenidos sobre la muerte, la intrusión de esta polilla calavera en mis aposentos me sorprendió.
Al día siguiente una buena amiga a la que comenté la anécdota afirmó: "la bicha te visitó para que nos explicaras que las ideas, los mitos, o las creencias son sólo manipulaciones para acobardarnos".
Investigando sobre esta esfinge de la muerte, descubrí las tropelías que además del nombre fúnebre hemos hecho con la imagen de esta bella e interesante especie de mariposa.
En la trágica película El silencio de los corderos (1991) de Jonathan Demme, protagonizada por Anthony Hopkins y Jodie Foster, el cartel promocional reproducía precisamente una imagen de la mencionada esfinge calavera.
De hecho si se mira sin una atención especial parece la "calavera" que esta mariposa luce en la espalda. Sin embargo, el artista del cartel sustituyó el diseño natural de esta mariposa por una miniatura de una imagen singular.
Escogió nada menos que una foto que el provocador genio Salvador Dalí (1904-1989) encargó en 1951 al fotógrafo de la agencia Magnum, Philippe Halsman (1906-1979 y que se tituló 'In voluptas Mors' (en el placer está la muerte).
Esta fotografía, que según explican costó unas tres horas de preparación, precisó de siete mujeres desnudas dispuestas a dar forma a lo que pareciere una calavera. La fotografía original muestra a un Dalí posando frente a esta escultura monumental viva de mujeres desnudas en una clara evocación del concepto eros (sexo) y tanatos (muerte).
Con su dibujo daliniano convertido en fotografía, el artista quería expresar su obsesión por el sexo y su relación la muerte. De hecho, la plenitud del orgasmo sexual es descrita como un éxtasis o pequeña muerte. No hay duda que esta calavera fotográfica "humana" es mucho más provocadora que si se hubiera pintado en el estilo surrealista sobre un lienzo.
Poco podían imaginar ni Philippe Halsman que compuso la imagen según las indicaciones de Dalí, ni el propio pintor, que una miniatura de su calavera a base desnudos sustituiría el diseño natural de la mariposa de la muerte en un cartel cinematográfico.
El protagonista de El silencio de los corderos ponía en la garganta de sus víctimas una pupa de la esfinge calavera. El artista del cartel publicitario de la película tuvo la genialidad de captar la idea de la retorcida forma de asesinar a sus víctimas del protagonista con una singular idea de muerte y eros. Y como quién disimula cambió el diseño abstracto natural del lepidóptero por uno de erótico miniaturizado que a primera vista pareciera una calavera.
De hecho hay que fijarse atentamente para darse cuenta que el diseño de la espalda de esta mariposa del cartel de la película no tiene nada que ver con una calavera, aunque a primera vista lo parezca.
Este efecto visual es un fenómeno que se conoce como la pareidolia, un proceso totalmente natural que hace que nuestro cerebro pueda reconocer rostros en las nubes, en edificios, en la naturaleza, etc.
La pareidolia, según los expertos podría estar asociada con la necesidad de identificar rostros a gran velocidad para reconocer a otros humanos y, por tanto, favoreciendo sus posibilidades de sobrevivir.
La esfinge calavera plasmada en el cartel de El silencio de los corderos sería claramente un caso de pareidolia y una genial singularidad artística. Sin embargo. yo me quedo con el diseño abstracto de esta mariposa local que nos muestra la belleza creadora de la Madre Tierra