En febrero 2022 se publicó el resultado de la investigación de un equipo de neurocirujanos liderado por el Dr. Raúl Vicente de la Universidad de Tartu (Estonia) basada en los datos aportados por una electroencefalografía (EEG) a una persona de 87 años aquejada de epilepsia.
Mientras estos científicos obtenían en tiempo real el registro de EEG del paciente, este murió repentinamente de un ataque cardíaco. Así que el proceso de muerte cerebral dejó la huella en el EEG de cómo respondía el cerebro al morir. Los datos obtenidos aportaban fenómenos no vistos hasta entonces en un ser humano.
A partir de la divulgación del estudio en los medios, la prensa lanzó el titular "han descubierto que la clásica frase que la vida pasa ante nuestros ojos antes de morir, podría tener bastante sentido, ya que el cerebro desata un "recuerdo de la vida" antes de la muerte".
Tras las observaciones sobre el comportamiento del cerebro, formularon la suposición de que este podía estar reproduciendo los recuerdos de una vida mientras se apagaba.
El accidental hallazgo aportaba datos de 30 minutos de actividad cerebral alrededor del momento de la muerte, lo cual permitió establecer un enfoque específico entre lo que sucedió en los 30 segundos antes y después de que el corazón dejara de latir.
Lo sorprendente del registro que obtuvieron fue observar oscilaciones neuronales, las llamadas oscilaciones gamma, las cuales están involucradas en funciones altamente cognitivas como el sueño, la concentración, la recuperación de la memoria o procesamiento de la información.
Las oscilaciones gamma medidas durante el paro cardíaco fueron globales y muy coherentes e incluso revelaron un estrecho acoplamiento de fase con las ondas theta y alfa.
La actividad neurofisiológica de alta frecuencia en este estadio de muerte superó los niveles típicos y que caracterizan el estado de vigilia consciente.
La figura anexa muestra (A,B) las tomografías computarizadas sin contraste axial y coronal que visualizan un hematoma subdural agudo bilateral con un efecto de masa más grande en el lado izquierdo (máximo espesor 1,5 cm). Las mismas secuencias (C,D) de exploración después de una craneotomía descompresiva demuestran la evacuación del hematoma subdural izquierdo.
Los datos obtenidos y que se publican en el estudio indicado, muestran el EEG global del sistema 10-20 con señal de EKG concurrente durante un período de 900 s que abarca una convulsión (S), supresión de la actividad del hemisferio cerebral izquierdo (LS), supresión de la actividad del hemisferio cerebral bilateral (BS) y paro cardíaco (CA ).
La generación de estas oscilaciones gamma, involucradas en la recuperación de la memoria, podría indicar que quizás el cerebro pudiera estar reproduciendo un último recuerdo de eventos importantes de la vida justo antes de morir.
El equipo de investigación del Dr. Raúl Vicente, más allá de las interpretaciones de la prensa, dejó claro que "Dado que el acoplamiento cruzado entre la actividad alfa y gamma está involucrado en los procesos cognitivos y el recuerdo de la memoria en sujetos sanos, es intrigante especular que tal actividad podría respaldar un último recuerdo de vida".
Sin embargo, reconocían que "la falta de cualquier actividad eléctrica cerebral normal registrada del paciente que pudiera servir como línea de base para la comparación arroja dudas sobre cualquier interpretación de los hallazgos".
Sus aportaciones atrajeron la curiosidad de expertos en experiencias cercanas a la muerte (ECM) que publicaron en Mayo 2022 el artículo Commentary: Enhanced Interplay of Neuronal Coherence and Coupling in the Dying Human Brain firmado por Bruce Greyson, Pim van Lommel y Peter Fenwick (todos ellos autores de una amplia bibliografía sobre las ECM).
A continuación se sintetiza el contenido de este artículo de Greyson et al (2022) para contextualizar la información divulgada por los media.
Lamentablemente, los titulares periodísticos no siempre reflejan la realidad de lo sucedido. Y este es el caso sobre un estudio que está lleno de lagunas debido a la propia complejidad cerebral y de la realidad del paciente.
El punto de partida del artículo es que se informaba que las ondas cerebrales en los rangos de frecuencia delta, beta, alfa y gamma se redujeron, pero que se observó un mayor porcentaje de potencia en la frecuencia gamma relativa en comparación con el intervalo interictal, y el acoplamiento de frecuencia cruzada. Así pues concluían que el resultado observado es producto de la modulación de la actividad gamma del hemisferio izquierdo por ritmos alfa y theta.
Los expertos en ECM advierten que existe una incertidumbre adicional sobre si realmente las ondas gamma registradas en el EEG reflejaron por completo la actividad cerebral. Estiman que también midieron en parte las contracciones musculares al tratarse de un paciente epiléptico.
Esto plantea dudas sobre si las oscilaciones gamma reflejaban la actividad neuronal o también la actividad de los músculos frontal y temporal.
Otro dato controvertido es que el paciente tenía taquicardia ventricular pero no fibrilación ventricular ni asistolia, y mostró actividad ECG continua más allá del momento marcado como el evento del paro cardíaco.
En criterios cardiológicos ampliamente aceptados, el paro cardíaco es causado por fibrilación ventricular o asistolia.
El caso presentado por Vicente et al. debe verse en el contexto de décadas de experiencia clínica e investigación que sugiere que la actividad cerebral disminuye después de aproximadamente 8 s después del inicio del paro cardíaco y se convierte en un encefalograma (EEG) plano después de 18 segundos como han comprobado muchos autores.
Los informes de casos en los que se monitorizó el EEG durante un paro cardíaco, por ejemplo, durante una cirugía con monitorización de EEG, sugieren que el EEG se estabiliza después de un promedio de 15 s y permanece plano a pesar de la reanimación externa.
Aunque también es cierto que hay datos puntuales sorprendentes. Este es el caso de un estudio de investigación prospectivo de Loretta Norton et al. (2017) que monitorearon el EEG continuo y la función cardíaca en cuatro pacientes de la unidad de cuidados intensivos (UCI) después de que se retiró la terapia de soporte vital. De los cuatro uno mostró ráfagas de ondas delta únicas e infrecuentes durante más de 10 minutos tras el cese electrocardiográfico.
Más recientemente, otro equipo, bajo la direccion de Adu L Matory et al. (2021) estudiaron el registro continuo de EEG de 19 pacientes de la UCI que fallecieron por ataques cardíacos a pesar de recibir tratamiento.
Dos de los 19 tuvieron una breve actividad de EEG (hasta 2 min) después del último complejo QRS registrado en el ECG, y 11 mostraron actividad de EEG brevemente (durante <5 min) después de que cesó el flujo de sangre al cerebro.
Después de que cesó el flujo de sangre al cerebro, la potencia logarítmica de espectro completo y la coherencia disminuyeron en el EEG, mientras que la entropía de permutación delta y theta aumentó.
Los expertos en ECM, señalan en síntesis que el trabajo de Raúl Vicente et al (2022) y el caso descrito es lo suficientemente intrigante como para estimular la especulación. Sin embargo, advierten que básicamente muestran una mayor función cerebral durante el estado terminal.
Es cierto que hay muchos estudios que intentan medir lo que sucede en el cerebro tras el paro cardíaco y cómo responde este órgano para dilucidar sobre las experiencias cercanas a la muerte.
De hecho, incluso se ha experimentado con ratas de laboratorio (J. Lee Borjigin et al, 2013) y, si bien se obtienen datos curiosos de anomalías en las frecuencias cerebrales emitidas durante el proceso terminal, los expertos señalan que no son determinantes para interpretar una ECM.
Lo primero es que en muchos informes de experiencias cercanas a la muerte incluyen percepciones verificables por parte del experimentador. Estas se anclan a períodos de tiempo específicos mucho más largos que 30 segundos después del paro cardíaco que los reportados.
La mayoría de las experiencias cercanas a la muerte ocurren en condiciones que no involucran un paro cardíaco o una disminución de la perfusión cerebral. Sólo el 10-20 % de los humanos que sufren un paro cardíaco informan de experiencias cercanas a la muerte.
Esta visión es la que refleja la película Línea mortal (1990). En esta, los protagonistas, tras provocarse el paro cardíaco y el EEG plano, no obtienen una ECM sino recuerdos emocionales profundos que alteran su vida.
Una cuarta parte de las experiencias cercanas a la muerte reportadas ocurren bajo anestesia general o en condiciones de colapso general. En definitiva, el cómo y el porqué se producen las ECM siguen siendo una incógnita científica.