Unos de los seres más increíbles de la naturaleza son los hongos. No son ni vegetales ni animales y lo que la mayoría de las personas conocen de ellos son las llamadas seta, la parte reproductora y espectacular de los hongos.
Los hongos desempeñan un papel vital en el sustento de la vida en la Tierra ya que son saprófitos, lo que significa que se alimentan de materia orgánica en descomposición.
Así que los hongos desempeñan un papel importante en la muerte facilitando, por ejemplo, el reciclaje de la hojarasca que cae sobre el suelo del bosque en otoño o de animales muertos en el tanatobioma.
Algunas setas también son portadoras de la muerte por la toxicidad de las mismas. Pero hay otras cuyas sustancias interactúan en el cerebro humano provocando estados alterados de conciencia y facilitando la integración vital en el final de vida. Pero vayamos por partes.
La historia de este hongo se inicia con el envío de una muestra de Psilocibe mexicana por parte de un botánico que estudiaba su uso ancestral en comunidades indígenas de la zona de Oaxaca.
Corrió pues el año 1958 cuando Albert Hoffman recibe esta muestra en su laboratorio de la empresa farmacéutica Sandoz. Recordemos que Hoffman había sintetizado en 1938 el LSD, un derivado psicotrópico del hongo del cornezuelo de centeno, con efectos terapéuticos en neurosis y otras disfunciones conductuales. Sin embargo, los estudios con enteógenos fueron prohibidos en los años setenta.
Desde los años noventa hasta la actualidad, sin embargo, se empiezan a estudiar los efectos beneficiosos de estas sustancias fúngicas para reducir el estrés en enfermedades terminales y poder ser útiles en el los cuidados paliativos al final de la vida.
El consumo de hongos psicotrópicos en fresco, especialmente en entornos rituales, sigue existiendo y las pinturas rupestres de Villar del Humo en Cuenca, con una cronología aproximada entre los 8000 y 3500 años de antigüedad, nos muestran a este hongo. Pero, las cuestiones más místicas relacionados con los hongos son otro cantar.
Los hongos que contienen la sustancia enteógena o psicoactiva psilocibina son hongos naturales Hay más de 180 especies de hongos de diferentes géneros en todo el mundo que contienen psilocibina y que por tanto, inducen efectos alucinógenos/psicodélicos cuando se consumen.
El sombrero del hongo tiende a poseer mayor cantidad de los compuestos psicoactivos que el tallo del mismo
En Europa la especie más común es Psilocybe semilanceata, conocida comúnmente como mongui u hongo de San Juan. Este hongo crece en ambientes húmedos de la montaña mediana, especialmente en prados frecuentados por el ganado.
En el cuerpo humano tras la ingesta de setas de Psilocybe, se libera la psilocibina; esta se defosforila a psilocina la cual actúa como un agonista parcial en varios receptores de la serotonina por lo que es el compuesto real que produce los efectos psicoactivos.
Más allá del uso recreativo, la psilocibina no es una sustancia alucinatoria en el sentido estricto, sino con capacidades para alterar la percepción sensorial y la conciencia.
La psilocibina no provoca efectos perjudiciales en el cerebro, más bien lo contrario ya que hay evidencias que ayuda a crear y a conectar células cerebrales.
Aunque son pocos todavía los estudios sobre los efectos del uso regular de psilocibina en el cerebro, esta sustancia, por el momento, no muestra efectos de dependencia ni de intolerancia física.
En 2016, Roland Griffiths (1946-2023) y otros, publicaron un artículo titulado Psilocybin produces substantial and sustained decreases in depression and anxiety in patients with life-threatening cancer en el que demostraban que “el uso clínico de la psilocibina mejoraba el estado de ánimo deprimido y reducía la ansiedad."
Además, los partícipes en el estudio mostraban un aumento en la calidad de vida ya que experimentaban una apreciación del sentido de la vida y el optimismo además de disminuir el miedo ante la muerte. Después de seis meses, el 80% de los participantes seguían sintiendo los efectos positivos de la sustancia.
En resumen, los psicoactivos fúngicos se pueden utilizar al final de la vida para disminuir el estrés ante la muerte. La psilocibina se ha convertido en una herramienta clave para muchos cuidadores y trabajadores de cuidados de final de vida en los países donde su uso no está penalizado.
Otros hongos no alucinógenos como el reishi, la melena de león y el chaga también se utilizan para los cuidados al final de la vida en las terapias micófilas.
Existen muchos tipos de sustancias psicoactivas, además de la la psilocibina, como la MDMA, el LSD, la dimetiltriptamina (DMT), el peyote y la ketamina, entre otras.
Muchas de estas sustancias se han utilizado desde la antigüedad para experiencias místicas y se tomado ya sea fumando, en comidas o infusiones.
Estas sustancias generalmente actúan sobre los receptores de serotonina y pueden inducir alteraciones en el pensamiento, la percepción y la emoción, y en ocasiones provocar experiencias de tipo místico.
Sin embargo, el uso de psicoactivos en los campos de la oncología y los cuidados paliativos está tomando un nuevo cariz por su demostrada efectividad.
En primer lugar, muchos pacientes que se enfrentan al cáncer u otras enfermedades mortales experimentan una angustia existencial significativa relacionada con la pérdida de significado o propósito en la vida.
Lo que hacen los hongos psicoactivos es fomentar un cambio de perspectiva. Esta permite de la sensación de indefensión y desesperanzados y de que la vida no vale la pena vivirla, a ver que estamos conectados con otras personas y estamos conectados con un universo que nos une de forma inclusiva.
Junto con ese cambio de perspectiva, hay muy comúnmente una notable disolución del miedo a morir, a la inexistencia y a la pérdida, y eso es simplemente notable para atender el final de vida con dignidad.
Lamentablemente, en Europa, los compuestos psicoactivos están clasificados como drogas de la Lista I (es decir, ilegales).
Sin embargo, cada vez más expertos, como la Psychedelic Access and Research European Alliance - PAREA señalan que los psicodélicos tienen el potencial de aliviar la forma única y altamente onerosa de sufrimiento que conlleva un diagnóstico terminal.
De hecho, PAREA ha lanzado una recomendación titulada Necesidades médicas insatisfechas. Alinear la innovación médica con la sociedad en la que “Europa debe priorizar y promover una innovación significativa impulsada por la necesidad de poner en primer plano a las personas y la salud pública”.
Muchos investigadores apoyan que médicos capacitados puedan administrar estos medicamentos a las personas que se encuentran en el final de la vida en entornos terapéuticos.
Los tratamientos con psicoactivos está demostrado que pueden proporcionar experiencias de bienestar muy significativas en medio de la complejidad del propio proceso de morir.
En los ensayos realizados se valora que las experiencias que proporcionan en el final de vida las sustancias psicoactivas pueden estar entre las más importantes de toda su vida. (1) (2) (3).
Por lo que se considera que se trata de una intervención positiva con inmenso valor psicológico en medio de uno de los momentos más difíciles de la vida: su final.
La empresa internacional de biotecnología Psyence Group dispone de un acuerdo de licencia con la empresa canadiense Filament Health para respaldar el desarrollo de medicamentos para cuidados paliativos derivados de la psilocibina natural.
El etnobotánico norteamericano Terence Kemp McKenna (1946 –2000) lanzó en 1992 en su obra Food of the Gods: The Search for the Original Tree of Knowledge – A Radical History of Plants, Drugs, and Human Evolution. una curiosa teoría evolutiva denominada “del simio dopado”.
La hipótesis de McKenna era que dosis bajas de psilocibina mejoran la agudeza y, por tanto, el consumo de hongos con psilocibina los convirtió en mejores cazadores.
Más caza significaba pues un aporte proteico mayor, algo esencial para el desarrollo de la inteligencia y una mayor tasa de éxito reproductivo.
La teoría sostiene también que la psilocibina permitió a nuestros antepasados desarrollar habilidades cognitivas, incluido el lenguaje y el pensamiento abstracto, gracias a su potencial de provocar estados alterados de conciencia.
La teoría es mera especulación, pero ha inspirado diversos estudios científicos sobre el tema de los psicodélicos, incluidos la psilocibina y la dimetiltriptamina (DMT) en relación a la evolución humana.
En cualquier caso, está claro que los hongos como el Psilocibe mexicana, usados por chamanes de comunidades indígenas mazatecas, les permite conectarse con espíritus, ancestros y entidades sagradas e incluso curar enfermedades.
Hace uso lustros, la empresa Coeio intentó comercializar un traje mortuorio tejido con una tela inoculada con hongos.
El llamado traje funerario Infinity Burial Suit su creadora argumentaba que permitiría que durante la descomposición del difunto, los hongos del tejido contribuirían a la bioremediación del entorno.
El tejido inoculado con micelios fúngicos se diseñó para facilitar la transformación de las sustancias tóxicas presentes en el cuerpo producto de los tratamientos farmacológicos. El traje no tuvo trayectoria comercial.
En el 2020 la empresa holandesa Loop Biotech puso a la venta un tipo de ataúd y urnas cinerarias fabricadas con un polímero natural denominado MycoComposite™ el cual incorpora micelios fúngicos.
Estos féretros nacen como respuesta a las demandas para la inhumación en cementerios naturales. Los ataúdes Loop Living Cocoon están certificados para entierros tradicionales y naturales, así como para cremaciones.
En su publicidad argumenta “el poder de los hongos para transformar la materia orgánica muerta en vida nueva y facilitar la reincorporación del cadáver al ciclo de la naturaleza”.
Aunque, no hay nada como el entierro natural con una mortaja con fibra textil vegetal y permitir que sean los propios hongos nativos del entorno en el que está enterrado un cuerpo, los que realicen el trabajo de forma natural.
Los hongos desempeñan un papel fundamental en la vida en la Tierra. En su condición de descomponedores de la materia orgánica nos permiten comprender como de esencial es la muerte para vivir nuestras vidas al máximo.
Y gracias a las sustancias psicoactivas de los hongos el ser humano puede alcanzar estados de conciencia que pueden facilitarle su comprensión de la vida más allá de la experiencia terrenal.
Nosotros, al igual que los hongos, no podríamos existir en un mundo donde nada muriera. La muerte es tan necesaria como el aire que respiramos y el agua que bebemos.
Así que próxima vez que comas unas setas honres al hongo que las proporcionó y que gracias ellos gozamos de nuestra existencia, efímera pero intensa en la Tierra.