El enterramiento natural es inhumar de forma ecológica, simple, directa en el suelo la cual permite un retorno del cadáver del difunto al ciclo de la biosfera.
El enterramiento natural se practica en el cementerio natural, un espacio memorial ubicado en la naturaleza. Otra característica de esta práctica es que el enterramiento natural ofrece un espacio para inhumar sin adquirir una parcela mortuoria.
Ofrece pues un espacio viviente donde el difunto puede ser recordado por las generaciones futuras como parte de la naturaleza que lo acoge.
La simplicidad y la belleza de un entierro natural se puede combinar con cualquier tipo de ceremonia y ornamentos preferidos que reflejen los deseos y el carácter de su ser querido fallecido. La única condición es que estos no sean tóxicos para el ambiente.
Para un enterramiento natural es imprescindible un ataúd biodegradable (de madera sin tratar, cartón o mimbre) y que el cuerpo difunto no haya recibido ningún tratamiento de conservación (tanatopraxia).
La idea del enterramiento natural conlleva también aceptar que no habrá una tumba donde fijar la memoria del difunto, sino en la belleza de todo el espacio natural donde se inhuma de forma ecológica.
Los tiempos están cambiando y hay nuevas formas de crear un espacio sagrado para despedir a un ser querido. Este es el caso de los llamados cementerios verdes o naturales.
Un cementerio natural no es muy diferente de uno convencional. Lo identifica que se practica la inhumación directa al suelo, sin estructuras de hormigón que rodeen al difunto, ya que está comprobado que no hay riesgo sanitario alguno si no hay fuentes de agua cercanas.
El cementerio natural se diseña para que sea un espacio memorial de todos los difuntos enterrados y disueltos en la tierra. Es un lugar para recordar los difuntos fundidos con la naturaleza. Por ello, todos los productos fúnebres empleados deben ser biosolubles o biodegradables e inocuos para el entorno.
Los cementerios naturales existen porqué cada vez más personas consideran que el tratamiento de su cuerpo difunto quieren que sea acorde con sus convicciones en vida de respeto del entorno.
Los cementerios naturales son una realidad presente ya en varios países del ámbito anglosajón (Australia, Estados Unidos, Nueva Zelanda y el Reino Unido), pero también en Francia y Holanda.
Es también la creciente conciencia ambiental ha impulsado también la existencia de las llamadas celebrantes, personas con dotes y formación para dirigir una ceremonia funeraria alternativa a la estándard actual.
La celebrante (en otros países se denomina director funerario) tiene como misión diseñar junto con la familia, una ceremonia que sea una despedida creativa, llena de emotividad y respetuosa con las creencias del difunto.
Un sitio de entierro natural (natural burial) sólo se autoriza si este no está ubicado en una zona de protección de aguas superficiales o subterráneas. También debe cumplir con la condición de estar situado por lo menos a 250 metros de cualquier pozo o manantial de suministro de agua para consumo humano o producción de alimentos.
La experiencia británica del cementerio natural, conocida como natural burial, acumula ya más de 30 años de existencia y hay operativos unos 280 cementerios naturales. En Estados Unidos, denominados green burial cemeteries, se contabilizaban en 2022 otros 350 entre cementerios verdes y mixtos.
En ningún caso, se ha registrado que el cementerio natural fuera causa de contaminación de las aguas. Algo que si sucede con la fertilización agrícola y la contaminación de fuentes naturales por nitratos y nitritos que imposibilitan su uso para el consumo humano.
Esta dilatada experiencia sin que se haya detectado ningún problema sanitario es la mejor garantía para afirmar que un cementerio natural no supone ningún riesgo ni ambiental ni sanitario.
El entierro natural, junto con el compostaje humano o humusación, son los métodos más ecológicos de tratamientos post mortem entre los autorizados en la actualidad (aunque no en España).
De acuerdo con las previsiones de The National Funeral Director's Association (NFDA) en su 2022 Consumer Awareness and Preferences Report, estima que el 60,5 % de la ciudadanía norteamericana se interesa ya por las opciones funerarias "verdes", frente al 55,7 % que lo manifestaba en 2021 (1).
A todo ello hay que añadir los datos del impacto ambiental causado por la industria funeraria actual. En Estados Unidos se estiman en 16,3 millones de litros de fluidos tanatoprácticos empleados, de los cuales, 3 millones de litros son de formalina, benceno y metano, 20 millones de toneladas de madera destinadas a ataúdes, 1,6 millones de toneladas de hormigón para tumbas y 17.000 toneladas de cobre y bronce al año.
El entierro verde supone evitar la mayor parte de este impacto ya que ni se usan los líquidos tanatoprácticos, ni ningún producto fúnebre que no sea biodegradable e inocuo para el entorno. Otra evidencia donde existe el funeral natural o ecofuneral, como tratamiento post mortem, es ser más barato económicamente.
Varias comunidades como Andalucía, Valencia y Asturias han adaptado sus normativas para autorizar los enterramientos sin féretro como es tradicional en el rito funerario musulmán.
La regulación de la política sanitaria mortuoria de las comunidades autónomas que lo permiten se basa en garantizar la libertad religiosa concretado en un acuerdo de cooperación nacional con la Comunidad Islámica en 1992.
Este acuerdo gubernamental recogía el derecho de los musulmanes a disponer de parcelas propias y enterramientos por el rito islámico para que no exista ningún tipo de discriminación por creencias religiosas.
Por tanto, está claro que si los musulmanes pueden enterrar sin féretro porque no vulnera la normativa de enterramiento según el Reglamento de Policía Mortuoria de 1974. Cualquier español podría solicitar el enterramiento sin hormigón. Pero a día de hoy en España dentro de los camposantos todo son nichos y tumbas de hormigón.
El cementerio de Granada o Córdoba, por ejemplo, fueron de los primeros en facilitar parcelas específicas para poder dar sepultura a los finados musulmanes (mirando a la Meca y con tumbas en el suelo, sin ataúd y con el cadáver envuelto en mortaja).
El rito musulmán no hace sino confirmar la lógica en la que la permeabilidad del terreno facilita la descomposición y, por tanto, la integración del cuerpo a la tierra.
La legislación española actual no es contrario al entierro directo al suelo. Y de hecho en muchos cementerios rurales así se hace.
El texto legal deja claro que "la profundidad de una fosa vendrá determinada por el nivel freático del lugar donde se sitúen, situándose la unidad de enterramiento más profunda de la fosa al menos a 1 metro de distancia de dicho nivel freático, en las condiciones más adversas".
Además especifica que "La fosa y cada unidad de enterramiento incluida en ella, será permeable al terreno y asegurará la descomposición del cuerpo sin salida de líquidos o gases malolientes a la superficie del terreno. La obra de las fosas se hará de forma que impida el paso del agua de pluviales al interior de las mismas.”
Nótese que esta última frase claramente debe referirse a aguas pluviales de escorrentía superficial o subsolar, ya que el terreno debe ser permeable para facilitar la descomposición a un metro de profundidad.
Lamentablemente, en España por razones de reducir el espacio de los camposantos se optó por el sistema de bloques de nichos primero de manpostería y actualmente de hormigón.
Cada cementerio aplica la obligación a su manera y no siempre respetando la opción del entierro directo al suelo. La experiencia demuestra que el entierro directo al suelo no provoca riesgo sanitario alguno.
De ahí que disponer de parcelas para el entierro natural en los cementerios españoles es cuestión de la voluntad de los municipios.
Es cierto que la situación legal en algunas comunidades autónomas lo complica, ya que la legislación funeraria española no se ha armonizado y a menudo es improcedente, contradictoria y retrógrada (aunque nadie lo advierta).
Los cementerios tienen la consideración de servicios mínimos municipales, de interés general y esencial. En España hay más de diecisiete mil cementerios.
Garantizar la conservación del entorno y sobretodo reducir la huella ecológica de los cementerios a base de hormigón es una prioridad en los tiempos de crisis socioambientales que vivimos.
En otros países ya se plantea que los nuevos ritos funerarios están mermando la demanda de inhumaciones. Esto lo analizan ya expertos como el Dr. David Sloane, profesor en la University of Southern California y autor de Is the Cemetery Dead?.
Los tratamientos post mortem más ecológicos, pero también el auge de la cremación directa está empujando a que los cementerios sean refundados. En Francia, ya son varios los municipios que están convirtiendo las zonas de tumbas abandonadas en espacios para el entierro natural.
En su momento los cementerios fueron también un espacio de arte y creatividad que es patente en los llamados cementerios significativos que la Unión Europea protege. Pero hay que abrirse a estos nuevos usos que el compostaje o el entierro natural permiten.
Los cementerios concebidos como ciudades de los muertos, deben ser repensados. Necesitamos refundar los cementerios y convertirlos en espacios de silencio, espacios impregnados de simplicidad material, que contribuyan a la conservación de la biodiversidad.
En definitiva, lugares para recordar las vivencias de los seres queridos que nos acompañaron durante un tiempo efímero. El entierro natural, en España lo impulsa la Asociación para el enterramiento natural, y esta es una de las opciones funerarias ecológicas disponibles, igual que el compostaje humano o la humusación. Tenemos una oportunidad para crear cementerios naturales y los ayuntamientos la pueden liderar.