Testament narra la historia de una persona mayor, Jean-Michel quien fue un hombre culto y prestigioso, pero solitario. Con 70 años, pasa la última fase de su vida en una residencia geriátrica mientras contempla la eclosión de falsas sensibilidades de feminismo o de indigenistas.

A lo largo del film hay muchas alusiones a la vejez y a la sabiduría de los ancianos y siempre desde una visión optimista. El personaje principal, que nunca fundó una familia, sabe cómo pasar un buen rato. 

En la residencia desarrolla una relación interesante con la directora Suzanne, más joven y con problemas familiares e incluso con la  joven Flavie, visitante de la residencia que le ofrece "servicios terapéuticos".

Jean-Michael se distrae yendo dos días por semana a las oficinas del Archivo Nacional y se pasea por el cementerio de la ciudad. Una voz en off le recuerda que muy pronto hará compañía a los que allí se encuentran.

Lúcidos momentos para una vejez consciente

Testament se adentra también en como afrontar la muerte de los coetanos. Curiosa es la vivencia del protagonista frente a la muerte repentina de uno de los residentes, aficionado a la bicicleta y que llevaba una vida muy sana, y la reacción insólita de su viuda.

Ante esta fatalidad el protagonista exclama: “Sólo los gestos gratuitos de bondad pueden hacer la vida soportable”.

Como es habitual en Denys Arcand, el film critica sin contemplaciones el silencio burocrático y las decisiones absurdas de la administración que afectan, en este caso, al funcionamiento de una residencia de la tercera edad y no solucionan el problema de soledad entre los residentes.

Hay una dura crítica cultural cuando en la residencia se suprime la biblioteca y se reemplaza por una sala de juegos informáticos mientras los libros son vertidos al reciclaje de papel.

Iconoclasta resulta el momento en que el protagonista es nominado como el único hombre que ha ganado un premio literario (aunque por error, dado que su nombre es homónimo de otro escritor) y aparece entre las mujeres pertenecientes a minorías, en una escena edulcorado con el falso feminismo.

Y no menos crítico es el entuerto que arman un grupo de mujeres emulando a las de las Primeras Naciones para solicitar la retirada de un lienzo histórico colgado en la residencia de ancianos.

Un cuadro que muestra al navegante y explorador de la región del río San Lorenzo, Jacques Cartier (1491-1557) en 1541, rodeado de hombres y mujeres de las Primeras Naciones medio desnudos.

Sin duda la absurdidad de este episodio en si misma funciona como reflexión sobre el arte y la libertad de expresión. Además, Denys Arcand denuncia el oportunismo de la prensa y a los activistas que visten ropa de las Primeras Naciones y defienden causas absurdas.

En definitiva, Testament es una película de humor corrosivo, que muestra a modo de cuento moralista con tintes de escepticismo y estilo burlesco los excesos de nuestra época actual.

Cuestionamiento existencial vinculado a la impermanencia de la vida.

Denys Arcand dirige esta comedia dramática hiperrealista, marcada por el sarcasmo y el humor negro. En ella, el director canadiense critica la cultura de la cancelación, la corrección política y la superficialidad de la vida postmoderna a través de su protagonista, un viejo escritor sin fe en la humanidad que funciona como 'alter ego' del propio Arcand.

En cierto modo, Testament, se puede interpretar como el epílogo de la trilogía iniciada con El declive del Imperio americano (1986), seguida después de Las invasiones bárbaras (2023), ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Una película que puede compararse por afinidad con Ikiru (1952) de Akira Kurosawa.

Sin duda una gran película, recomendable de ver más de una vez por la cantidad de recovecos que tiene. Una película que los jóvenes deberían ver para ser conscientes de la sociedad inconsistente y la pérdida de "humanidad" en la que están sumidos. Una acertada crítica sobre la condición humana con tintes de humor negro.