Apoyamos perder el miedo a la muerte, a que esta sea consciente y que sobretodo, cuando llega, permita despedirse de la vida con dignidad. Facilitamos información para que el funeral sea planficado, adoptando criterios ecológicos para que contribuya a conservar el planeta.
La pandemia COVID-19 ha roto la realidad de la muerte digna y nos ha alejado de la consciencia con que hay que afrontar el proceso de morir. El entorno hospitalario se ha despojado de toda humanidad para centrarse en los protocolos que nadie sabe muy bien quien ha elaborado.
Más allá de lo que cualquier pueda pensar y de la lógica tendencia a múltiples interpretaciones (en libros y documentales) cuando algo no se comprende, hay una realidad incontestable si uno la quiere apreciar.
La pandemia COVID-19 (provocada por un coronavirus, parecido al de la gripe), se ha llevado a muchos seres humanos. Sea cual sea el número de muertos, todo deceso merece el mayor respeto.
Por primera vez, en toda Europa, el número de muertos depende de la fuente que los publica. Esta estadística se ha convertido en una arma arrojadiza contra la población sana. La repetición diaria hasta la saciedad del número de fallecidos ha estimulado el miedo.
Los números no son más que eso, una representación de la realidad, pero tamizada según el paradigma de esta. Vamos a analizar algunas de las fuentes que publican el número de fallecidos.
Por el momento y con los datos disponibles (si no han estado manipulados) se aprecia que la COVID-19 mata a tan sólo un 2 % de los contagiados, mientras el cáncer se lleva a más del 60 % de los afectados.
El 31 de Enero 2020 la Organización Mundial de la Salud declaró decretó la emergencia sanitaria global por el coronavirus SARS-CoV-2 (COVID-19) el cual se consideraba una pandemia. Por tanto, todos los países afiliados debían tomar medidas para frenarla sin rechistar.
Una pandemia según la OMS (concepto al que le modificó la definición tras el escándalo de la gripe H1N1) es una: “Infección simultánea en diferentes países, que se propaga rápidamente en relación con la proporción de población infectada”. En otras palabras eliminó de la definición la característica de “provocar una mortalidad significativa" .
Tras declarar el estado de pandemia, los países miembros de la OMS tomaron medidas drásticas basadas en el confinamiento de la gente sana y sobretodo en procedimientos protocolizados de la atención hospitalaria y la gestión funeraria de los fallecidos.
En España el 13 de marzo el Presidente del Gobierno declaró el llamado Estado de Alarma (prorrogado hasta el 9 de mayo 2021). Desde entonces la COVID-19 ha estado y sigue presente a diario en todos los telenoticias y portadas de los periódicos de masas.
En el 2020, la pandemia se caracterizó por ver la muerte por doquier ya que esta se hizo viral. A inicios del 2021 parece que la muerte vírica se ha tomado un respiro, pero esta sigue aguardando como siempre, lista para hacer su trabajo vital.
El registro y trazabilidad de una persona fallecida es fundamental para una sociedad organizada. Por eso existe en España un registro único de defunciones que administra el Registro Civil dependiente de la Dirección General de los Registros y del Notariado del Ministerio de Justicia.
El Registro Civil, como registro público, se creó en 1870 y su objetivo es hacer constar oficialmente los hechos y actos que se refieren al estado civil de las personas y otros determinados por la Ley, como el nombre y apellidos, el nacimiento, la defunción, la filiación, el sexo o la nacionalidad.
Para registrar un fallecido hay que disponer de una certificado médico de defunción legal que da fe de la defunción en la parte relativa a los datos personales y las causas del fallecimiento.
El Registro Civil en el que se inscribe la defunción, cumplimenta los datos relativos a la inscripción y el declarante o los familiares, los datos relativos a la residencia, nacionalidad y profesión del fallecido. En el caso de defunciones que ocurren en circunstancias especiales y en las que interviene un juzgado, la información la cumplimenta el juzgado.
El Registro Civil no incorpora la causa de la muerte a pesar de estar acreditada en el certificado médico y ser imprescindible para el registro de la defunción.
El Registro Civil es el organismo que proporciona los datos para elaborar el Índice Nacional de Defunciones. El Registro Civil también extiende el certificado de defunción el cual permite acceder al Registro Estatal de Actas de Última Voluntad donde los notarios depositan los testamentos y que es obligatorio consultar para resolver las cuestiones hereditarias.
Curiosamente, a pesar de ser un registro fundamental sólo el 93 % de las oficinas del Registro Civil están informatizadas (en el año 2020). Así pues los datos de este organismo llevan un retraso implícito.
El Índice Nacional de Defunciones (INDEF) es un sistema de información (creado por Orden del Ministerio de la Presidencia de 25 de febrero de 2000) que se elabora a partir de los ficheros de datos cedidos por los Ministerios de Justicia y de Economía y Hacienda al Instituto Nacional de Estadística, el cual se encarga de la elaboración y gestión del Índice para los fines previstos.
La base de datos del INDEF es acumulativa, que va incorporando la información nominal sobre las personas fallecidas en España desde 1987. Periódicamente se publican informes, pero estos son puramente orientativos ya que se actualizan en función de los datos que van tratando de los registros civiles.
A partir de un determinado momento del año, el INDEF aporta el número definitivo de fallecidos. El decalaje temporal es una característica de este sistema de información, argumentado porqué no todos los registros civiles están informatizados.
El Ministerio de Justicia, como responsable de los Registros Civiles no se pronuncia sobre el tema, pero advierte que el INDEF "no debe valorarse como una estadística oficial sino como una información orientativa para los usuarios interesados".
Lógicamente, la información del Registro Civil y en especial el número de defunciones es un dato de Estado sensible. Las defunciones y sus causas describen una determinada realidad socioeconómica y sanitaria que puede resultar incómoda políticamente hablando.
Por tanto, más allá de los datos brutos, su difusión está sujeta a las directrices políticas del momento. Esta es la razón de que sus datos sean tratados por un organismo especializado en la ciencia estadística y la comunicación.
El artífice de la elaboración de datos de defunción y otros para el gran publico es, como hemos avanzado, el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este organismo se creó en 1945 y afirman que tiene acceso según relatan en su web, a los datos del Registro Civil desde 1858. A partir de los datos en bruto y debidamente tratados plantea cuestiones prospectivas.
En 1989 el INE se convierte en un organismo autónomo de carácter administrativo, con personalidad jurídica y patrimonio propio, adscrito al Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital a través de la Secretaría de Estado de Economía y Apoyo a la Empresa.
El Instituto Nacional de Estadística actual se le otorgan funciones como la realización de las operaciones estadísticas (no registro) de gran envergadura (censos demográficos y económicos, cuentas nacionales, estadísticas demográficas y sociales, indicadores económicos y sociales, coordinación y mantenimiento de los directorios de empresas, formación del Censo Electoral...).
En la web del INE respecto al tema defunciones se describe que "la Estadística de defunciones recoge los fallecimientos ocurridos en España, así como las características sociodemográficas de la persona fallecida".
El INE ha elaborado desde la pandema COVID-19 una estadística experimental de defunciones, que por supuesto utiliza la base de datos del INDEF, pero también otras fuentes.
Con la llegada de la COVID-19, entró en la arena mediática de la estadística el Centro Nacional de Epidemiología (CNE). El CNE asume desde 1988 la Vigilancia Epidemiológica a nivel del Estado y desde 1995 la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (RENAVE).
Las funciones del CNE se detallan en la Orden del Ministerio de Sanidad y Consumo de 27 de diciembre de 2001. Tiene como meta generar información y nuevas evidencias epidemiológicas para la toma de decisiones en salud pública. Desde 2004 lo gestiona el Instituto de Salud Carlos III.
El CNE trabaja al servicio de la salud pública, contribuyendo al control de enfermedades y riesgos en colaboración con las comunidades autónomas, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y el resto de la administración general del Estado con competencias sanitarias.
El CNE ha creado el MoMo, un sistema de datos estadísticos para la Vigilancia de la mortalidad diaria sea cual sea la causa de esta y operativa en toda España destinado al desarrollo de políticas de control sanitario.
Esta estadística tiene como objetivo identificar patrones inusuales de mortalidad y estimar el impacto en la mortalidad de la población de cualquier evento de importancia para guiar la acción en Salud Pública.
La fiabilidad de su sistema es tal que el CNE asegura que: "los datos de MoMo tienen retraso en la fecha de notificación. Por ejemplo, las defunciones producidas el día 1 van notificándose en los días sucesivos (el 2, 3, …). Típicamente, y en periodos normales, el día 7 se dispone ya de la práctica totalidad de las defunciones producidas el día 1. En concreto, las defunciones observadas en los últimos días, como las que se muestran resaltadas en la ventana de color azul, de la imagen, pueden sufrir importantes modificaciones en los días siguientes".
Sin embargo, el MoMo obvía que es una aplicación de carácter estadístico y, por tanto, sujeta a equívocos. Como reconocen sus creadores, se trata de datos entre la mortalidad observada y la esperada.
Para quién se interese pues por el número de defunciones preciso a día de hoy en España debe lidiar entre tres fuentes cada una con su propia metodología de aproximación estadística.
Si valoramos los datos públicos del INE observamos que en su última nota de prensa publicada (26-01-2021) deja claro que presenta Datos provisionales de las defunciones del primer semestre 2020.
En la misma afirma que en el primer semestre de 2020 las defunciones aumentaron respecto al año anterior un 19,1 % y que sumaban 262.373 fallecidos. Estos datos no son comparables (aunque sean provisionales) con los del INDEF (informe de febrero 2021) entre 2019 y 2020 (dado que no se facilitan por semestres).
En el INDEF se refleja que la mortalidad del 2019 es de 418.592 fallecidos mientras que en el 2020 asciende a los 483.237 fallecidos (provisionales), es decir, que reflejan un incremento de un 15 %. Obsérvese que el incremento del INE es sólo semestral y no es comparable con el del INDEF.
El tema se complica cuando uno entra en la página del COVID-19 del INE y también observa que este organismo está muy lejos de aportar datos actualizados para el gran público.
La cuestión de fondo es ¿De dónde salen pues los datos del número de fallecidos semanales que dan los noticiarios, el Ejecutivo o las Autonomías?.
En otras palabras, ¿habiendo tres fuentes de información, donde está la realidad y no la estimación o la manipulación mediática y/o política?. Por su parte la patronal del sector funerario PANASEF también ha emitido su informe Radiografía del sector funerario 2021 (que recoge la evolución de la mortalidad en 2020) t estima que el incremento por el Covid-19.
En este se afirma que: "finalmente, en 2020 el número de defunciones aumentó en 75.073 respecto a 2019, situándose el incremento final de defunciones en un 17,9%, sin duda también influido por los efectos del COVID-19, en concreto por el incremento del número de fallecidos que tuvo lugar durante la segunda ola de COVID-19 (agosto-diciembre 2020) donde el número de defunciones observadas fue más elevado que el de defunciones esperadas, aunque con menor diferencia que la observada durante la primera ola de la enfermedad a inicios de año."
Según la OMS, en España murieron por COVID-19, 70.501 personas desde que empezó la pandemia (entre el 3 de Enero 2020 y el 5 de Marzo 2021) y acumula 3.142.358 casos diagnosticados de COVID-19. Esto supone que el SARS-CoV-2 mata un 2,2 % de los diagnosticados. Nótese que en este caso la cifra es acumulativa y no es anual.
Para el MoMo del CNE las muertes totales observadas entre el 10 de marzo y el 31 de diciembre de 2020 fue de 374.151 (el dato incluye la corrección por retraso y no tiene registros anteriores al 10 de marzo 2020, pero no separa los totales de las causadas por el SARS-CoV-2).
El INE refleja en sus datos que del 2020 (nota de prensa del 2021) deja claro que fueron 73.216 las personas de más que murieron por causa del coronavirus. Pero también dice las enfermedades infecciosas, que incluyen COVID-19 virus identificado y COVID-19 sospechoso, fueron la tercera causa de muerte (16,4%del total) . Cada fuente da los datos a su aire.
El número de muertos se ha convertido en un espectáculo mediático en cuyo escenario de realidad las cifras nunca son comparables. Un escenario en el que dicho sea de paso ha desaparecido del planeta la gripe estacional como enfermedad.
Que cada cual pues extraiga su opinión (1) (2) (3). Lo cierto es que el número de muertos repetido a diario seguro ayudó a que las personas permanecieran encerradas más serenamente.
Acabado el 2020, el protagonismo del primer trimestre 2021 ha sido tomado por los contagios de gente sana que da positiva en un test y no experimenta síntomas algunos de enfermedad. Mientras, se informa que ya corren nuevas cepas que amenazan con más muertes (no se precisan números como los millones previstos a inicios del 2002). El relevo de la comunicación institucional en el 2021 pone pues el acento en el incremento de contagios y sobre la necesidad de vacunación.
Para frenar los contagios el Gobierno, a pesar de que la ocupación hospitalaria es mínima, sigue manteniendo las limitaciones a la movilidad, los toques de queda, la limitación de reunión en los espacios y actividades sociales. Para presionar y facilitar la vacunación (que en realidad es una inyección de material modificado genéticamente de distribución masiva y gratuita) se advierte que esta no es garantía para evitar enfermar, sólo una posible ayuda.
Algunos advierten que se trata de un experimento farmacológico sin precedentes. En algunos países, cómo el Reino Unido se siguen los efectos letales derivados de la inyección genética. La muerte sigue pues activa con o sin vacunas.
Llegados aquí, cualquier persona puede valorar que la evidencia del conteo real de las muertes por este coronavirus no es claro (en los medios de comunicación, especialmente).
El baile de cifras contribuye a la llamada sideración de la población, es decir, la reacción psicológica que disminuye o anula algunas funciones propias del organismo causada por el shock cognitivo que a su vez dificulta el discernimiento.
La duda principal surge del juego entre el número de muertos y el de contagiados sanos y el de enfermos que sanan sin ningún patrón lógico. Esta es la clave para mantener a la población en un estado de duda permanente.
El temor paraliza y dificulta racionalizar o discernir respecto a la experiencia real de lo que sucede en el entorno. Así que una reflexión obvia seria que "esta enfermedad es tan sólo un reflejo del estado vital (emocional y físico) de nuestra sociedad".
Por tanto, cuando no hay claridad en un tema, el consejo obvio para conservar la salud emocional es prescindir del mismo (en nuestro caso apagar la televisión y no seguir las noticias).
El miedo se desvanece cuando no le prestamos atención. Esta actitud incita a la muerte a que atienda otras urgencias y pase de largo ante la felicidad vital.