Existen algunos productos fúnebres ecológicos (ataúdes de cartón, urnas biosolubles, ornamentación floral de proximidad). Sin embargo, no están autorizados los tratamientos post mortem verdaderamente ecológicos (el compostaje humano, la hidrólisis alcalina, el entierro verde).
En algunos países se ha evaluado el coste del impacto ambiental del proceso o servicio funerario, como es el caso de Estados Unidos o Francia.
La cuestión ¿debemos renunciar cuando morimos a ser consecuentes con un estilo de vida ecológico elegido en vida. No es lógico que una persona con sensibilidad ambiental tenga un funeral antiecológico.
A medida que nuestra sociedad incrementa su conciencia ambiental, florecen cambios de hábitos fundamentales para ser consecuentes con aquella.
Algunas personas han escogido comer menos carne, comprar productos biodegradables, invertir en electrodomésticos de bajo consumo y en panes solares, ya sean fotovoltaicos o térmicos.
En definitiva, más personas de las que aparecen en los medios de comunicación que se suman a lo ecológico. Personas que adoptan hábitos más saludables para la salud propia y del planeta.
Y sin embargo, en el ámbito funerario, en el momento de despedirse de la dimensión terrenal, lo ecológico en nuestro país es puramente circunstancial.
Veamos algunos cálculos de la huella de carbono del sector funerario en nuestro país preparados por el equipo de Funeral Natural. Con esta visión celebramos que hemos publicado la número 200 desde que iniciamos esta andadura en 2018.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, la mortalidad en 2021 se situó en la cifra de 450.744 defunciones. Esta cifra nos indica también el número de servicios estimados y los productos funerarios empleados, especialmente en arcas, urnas, ornamentos florales, etc.
Los datos de la Radiografia del Sector Funerario de Panasef de 2021 muestran que la tasa de incineración alcanza ya en el 46 % de los fallecidos y se mantiene en alza, mientras que el 54 % serían inhumaciones en cementerio.
La conservación transitoria con productos químicos tanatoprácticos se estima según confirmaciones de las empresas suministradoras de productos en un 35 %.
El número de tanatorios en España se mantiene en torno a las 2.525 instalaciones o velatorios que suman más de 7.000 salas disponibles, aunque la ocupación de estas es de unos 1.353 difuntos por día.
Se estima que más del 98 % de los difuntos pasan por los tanatorios ya que la vela en casa es mínima (la cremación directa sin pasar por tanatorio es igualmente despreciable). Para nuestro cálculo redondearemos el servicio funerario en tanatorio al 100 %.
En estos cálculos no hemos considerado el impacto de la ornamentación floral, ni recuerdos u otros complementos que son habituales en los funerales de nuestro país, pues serían datos estimados y, por tanto, sin suficiente entidad.
En España todos los fallecidos (redondeando a 450.000 de media anual) van con su ataúd de madera (de diferentes calidades). Un ataúd de calidad media pesa unos 50 kg lo cual significa un consumo de 22.500 toneladas de madera (45.000 m3 de madera).
Si tomamos la cifra 95 m3 de madera por hectárea de producción media de los bosques españoles maderables (por ejemplo, con unos 950 pies por hectárea de pino albar de unos 20/25 cm de diámetro, según datos del Inventario Forestal Español), la producción de ataúdes en España se cobra 473 hectáreas de bosque cada año.
Si todos los ataúdes para incinerar (con una tasa de incineración en España del 46 %) fueran de cartón se precisarían 207.000 ataúdes (de unos 15 kg de peso cada uno). Para ello se consumirían 3.150 toneladas de madera (en realidad sería menos dado que en España el cartón incorpora una tasa de cartón reciclado del 45 % como materia prima y de ahorro de madera virgen).
Se calcula que por cada tonelada de cartón virgen se precisa 2.400 kg de madera (17 árboles). Por tanto, los 207.000 ataúdes para incinerar de 15 kg cada uno precisaría 3.150 toneladas de cartón, o sea que serían necesarios 7.560 m3 de madera, lo que supone la corta de 79,5 hectáreas de bosque (sólo un tercio respecto a la misma cantidad con madera de tala).
Si en España se obligara al uso de cartón para los ataúdes de incineración se ahorrarían como mínimo unas 200 hectáreas de bosque cada año (calculando que es cartón virgen). Este ahorro en realidad es mucho mayor ya que en España el cartón incorpora como materia prima más del 45 % en papel y cartón usado.
La tanatopraxia como práctica de sustitución de los líquidos corporales por sustancias químicas "conservantes" (embalsamamiento) utiliza un cocktel altamente tóxico. Entre las sustancias que se inyectan al cadáver está el formaldehído (cancerígeno y mutagénico), pero el resto de ellas tienen igualmente un importante grado de toxicidad ambiental y para la salud humana.
Con la práctica del embalsamamiento se extrae el volumen de sangre y la evacuación de gases y líquidos de las cavidades torácica y abdominal con la inyección de 6 a 10 litros de formol y otros líquidos biocidas. Teniendo en cuenta que esta práctica no es obligatoria, pero que por razones de estética (según las empresas funerarias) se realiza a un 30 % de los difuntos.
Así que en un cálculo básico estadísticamente se practica a unos 100.000 cadáveres, vayan a incineración a o inhumación. En el primer caso, estas sustancias inyectadas acabarán en el suelo o las aguas freáticas. Si el difunto es incinerado entonces saldrá en forma de contaminación atmosférica con componentes tóxicos volátiles.
Por tanto, en términos puramente aproximados se consumen en España de media cerca de de un 1 millón de litros de sustancias tóxicas en concepto de un arreglo funerario. Sólo un 1 % de los cadáveres precisan de embalsamamiento por razones de traslados internacionales y actualmente, hay sustancias no tóxicas que no precisan de la sustitución de líquidos corporales.
No valoraremos el impacto de tumbas o mausoleos, dado que lo habitual es el nicho. Actualmente, los nichos con modulares, con una dimensión unitaria de 0,80 x 2,80 x 1,15 m y un peso aproximado por módulo de 1.250 kg de hormigón armado de una resistencia de 35 N/mm2 (HA-35) y acero B5000S que incorporan en la base una caída interna del 2 % para la evacuación de fluidos tal como establece la reglamentación.
Están equipados con orificios de evacuación de líquidos y gases hacia las cámaras posteriores, donde se coloca sosa cáustica, y chimeneas dotadas con filtros de carbón activo para lograr la filtración adecuada. Evidentemente, los nichos pueden ser construidos en obra y ser históricos con otras características de fabricación.
Luego hay que tener en cuenta que actualmente, los cierres se realizan con paneles de poliuretano de 0,9 m2 sellado con tipo silicona (fácil de colocar y mantener), que asegura la estanqueidad de la cámara. Luego sobre esta se coloca ya la losa o lápida en el material escogido, sea mármol o granito o cualquier otro según la normativa del cementerio.
El impacto ecológico del hormigón es suficientemente importante ya que a nivel mundial consume el 9 % de toda el agua de uso industrial y en torno al 5-7% de las emisiones totales de CO2 que se vierten a la atmósfera (1). Se calcula que por cada tonelada de hormigón que se produce se emite 0,9 tonelada de CO2 a la atmósfera (2).
El cemento, el ingrediente clave que le da al concreto su resistencia, se produce quemando piedra caliza en hornos a una temperatura de 1.260 °C a 1.650 °C. El proceso de combustión utiliza carbón en polvo o gas natural y consume una gran cantidad de energía y liberando dióxido de carbono (CO2) de la combustión. (3)
Sin embargo, y a modo de dato básico, nos limitaremos a valorar la huella ecológica del modulo de un nicho de hormigón de acuerdo con los cálculos para este material (4). Un nicho emplea alrededor de 1.250 kg de hormigón) y el factor de emisión por tonelada de hormigón es de unos 900 kg de CO2 a la atmósfera (4a). Por tanto, por cada nicho se emiten 1.125 kg de CO2, pero dado que se estima que la vida media de este material sería de unos 80 años, en realidad las emisiones anuales por nicho serían de 112,5 kg de CO2.
Si contabilizamos que se inhumaron 254,761 fallecidos (datos 2022), el impacto provocado por el uso de nichos equivaldría a emitir 28.660 toneladas de CO2.
En otras palabras, el hormigón prorrateado por la vida útil de los nichos empleados en el 2022, provoca las mismas emisiones que recorrer unos 3 millones de km en coche (calculando un gasto de 100 gramos de CO2 por cada kilómetro recorrido en un auto de gasolina eficiente), o sea el equivalente a cubrir 8 veces la distancia de la Tierra a la Luna (384.400 km).
El impacto de la cremación está condicionado sobretodo, en un 57 %, por el consumo de gas, aunque la cantidad varía según la tecnología del horno, se estima que de media un horno crematorio convencional consume, unos 50 m3 de gas natural por cada cremación (1).
Consideraremos tan sólo la huella de carbono de cada cremación en consumo de gas. En el 2022 se incineraron en España 208.372 fallecidos (45 %).
Para ello fue necesario un consumo global de 10.418.600 m3 de gas (el factor de conversión de metros cúbicos a kilowatios por hora es de 10,3). En otras palabras, se consumieron 107.311.580 kWh.
Teniendo en cuenta que un hogar medio con calefacción consume al año unos 7.000 kWh de gas natural, las incineraciones en el Estado español equivalen a la energía gastada por unos 15.330 hogares al año.
En términos de huella ecológica, estos 107.311 MWh, de acuerdo con el factor de conversión del mix eléctrico español, evaluado en 0,19 2) las emisiones de la incineración equivalen a engrosar con 20.329 a la atmósfera.
(Siguiendo la comparativa con los mismos datos empleados en la inhumación en cementerio, esta cantidad de dióxido de carbono sí debería ser comparable a la emitida por un coche, (que emita una media de 100 g de CO2 por km recorrido), este podría recorrer unos 2 millones de km antes de generar estas 20.329 toneladas de CO2. En otras palabras: este vehículo teórico podría recorrer 6 veces la distancia entre la Tierra y la Luna (384.400 km).
Dado que en España más del 60 % de su ciudadanía dispone de seguro de decesos, vamos a estimar que todos los servicios funerarios en los tanatorios son completos: sala de vela, refrigeración del ataúd, ornamentación floral, recordatorios, urna si se ha escogido la incineración y, por supuesto, la ceremonia de despedida no superior a los 60 minutos.
Para valorar el impacto ambiental nos quedaremos en el uso del tanatorio, aunque la ornamentación floral y la urna (en el caso de escoger materiales no biodegradables (metal, madera, vidrio, cerámica) también tendrían su pequeña huella ecológica.
Una sala típica para velatorio emplea de media en iluminación una potencia de entre 500 y 1.500 W. Las cámaras refrigeradas para exponer el ataúd trabajan a temperaturas de conservación de entre 2 y 6 ºC. Las temperaturas recomendadas para las salas de preparación del difunto son de entre 15 y 18 ºC y consumen entre 1.800 y 2.000 Wh.
Los tanatorios, como equipamientos de acceso público, disponen de sistemas de climatización independientes de los sistemas de refrigeración para la exposición y preparación del difunto.
Si tenemos en cuenta que la vela en tanatorio, habitualmente es de una jornada de unas 10 o 15 horas, más la ceremonia y preparación del cadáver, otros 60 minutos, estimamos un cálculo medio de unos 50 kWh de electricidad por servicio funerario (entre refrigeración e iluminación de la sala de vela).
No contemplamos en el cálculo los consumos energéticos generales proporcionales de todo el conjunto del tanatorio (dado que cada edificio es particular) en climatización, iluminación y otros servicios básicos del equipamiento, ni tampoco los desplazamientos de los difuntos en limusina fúnebre.
De acuerdo con la huella ecológica del mix eléctrico español cada servicio funerario en tanatorio sumaría unos 9,5 kg de CO2 (la huella de carbono que deja un viaje en tren entre Barcelona y Valencia).
De acuerdo con el número de fallecidos anuales en 2021, el consumo energético estimado sería de 22.500 MWh, esto suponen unas 4.275 toneladas de CO2, cantidad que emitiría un vehículo eficiente (100 g por km) recorriendo la circunferencia de la Tierra
Son números aproximados, pero nos da idea del impacto de la vela en un tanatorio (todo ello sin contar su construcción, equipamiento y salas de tanatopraxia, mantenimiento de los servicios y vehículos, etc.).