La muerte es un camino universal ineludible de nuestra vida en la llamada tercera dimensión. Es cierto que estamos en los inicios de comprender este proceso biológico que constituye el tanatobioma, no tanto, como proceso fisiológico, sino como fenómeno vital que es.
El misterio de la muerte no radica en aquello que le ocurre al cuerpo físico, del cual sabemos perfectamente con todo lujo de detalles el proceso de morir y los procesos cadavéricos.
Tampoco es un misterio que hay algo más allá, como lo prueban las miles de experiencias cercanas a la muerte documentadas científicamente. El gran misterio sigue siendo el destino de nuestra conciencia.
Algunos expertos señalan que la muerte es un proceso de ampliación de la consciencia. Otros aportan datos sobre la naturaleza cuántica de nuestra conciencia, como apuntan los científicos Penrose-Hameroff.
El estudio de las experiencias cercanas a la muerte nos ha aportado datos relevantes sobre lo que puede sucederle a nuestra consciencia tras la muerte física.
Gracias a las decenas de miles los casos documentados, sabemos que la “muerte clínica” no es ni mucho menos la muerte definitiva de nuestra consciencia.
Curiosamente, ciencia y filosofía acercan posiciones sobre el proceso de morir. En este sentido, algunos ámbitos de la ciencia moderna están de acuerdo con el Buda que nada puede morir. Y es que nada se crea o se pierde y en cambio todo se transforma.
Existe pues la transformación y es por ello que algunos vaticinan que nuestra alma o consciencia simplemente se expande, ya que el cerebro produce una gran cantidad de impulsos eléctricos y entra en un insólito estado.
Mientras, para que no haya dudas, la ciencia sigue aportando datos sobre el fenómeno de la “luz al final del túnel" de las experiencias cercanas a la muerte.
Una realidad de la que entre los expertos hay consenso: "las experiencias cercanas a la muerte generan emociones positivas cuando los que la experimentan sienten que dejan su cuerpo".
La teoría de una consciencia eterna natural (natural eternal consciousness o NEC) asume la pérdida de toda conciencia de base material con la muerte -más específicamente- la pérdida permanente de la percepción del tiempo.
Esta teoría de la consciencia eterna natural postula que esta sobrevive más allá de la mente del moribundo, ya que se manifiesta imperceptiblemente en la atemporalidad antes de la muerte.
El último momento consciente de uno, cualquiera que sea el tipo de final vital, se convierte por defecto - psicológicamente, desde la perspectiva de uno - en un momento siempre presente.
Tras décadas de investigación Peter Fenwick (1935 -) un neuropsiquiatra de gran prestigio, que ha estado estudiando el cerebro humano, la consciencia y el fenómeno de la experiencia cercana a la muerte (ECM) durante 50 años, sugiere que la conciencia persiste después de la muerte. De hecho, Fenwick cree que la consciencia existe realmente de forma independiente y fuera del cerebro como una propiedad inherente del propio universo, como la materia oscura y la energía oscura o la gravedad
En una visión parecida, el filósofo Bernardo Kastrup (1974 -) puso la metáfora de asimilar la realidad a una corriente de agua, donde el agua representa la conciencia. Cada uno de nosotros es como un remolino en esta corriente (es decir, una parte del agua localizada). Por tanto, estamos fundamentalmente conectados como parte de la misma corriente, pero tenemos la apariencia de estar separados de ella.
Bajo este modelo, sería posible que parte del agua de un remolino entre en otro (tales como habilidades psíquicas o telepáticas). De manera similar, si un remolino se deslocaliza, el agua fluye de regreso a la corriente más amplia (piense: la conciencia sobrevive a la muerte corporal).
Según este modelo debería poderse predecir fenómenos psíquicos y de supervivencia frente a la muerte corporal. Y de hecho así lo demuestran determinadas vivencias de predicción. No se trata de ocurrencias paranormales si asumimos que el cerebro forma parte de la consciencia del que es sólo un receptor.
Amit Goswami (1936 -), profesor de física teórica defiende en su libro La física del alma que: "El alma o este pedazo de consciencia universal encarnada, reencarna porqué forma parte de un continuo cuántico (nacimiento-muerte-renacimiento). Desde esta perspectiva existe por tanto un "alma" que sobrevive a la muerte del cuerpo físico, y que reencarnará en otro cuerpo para formar un continuo. Esta visión tiene sentido en una ciencia basada en la consciencia, pero solo si consideramos el alma en términos cuánticos".
Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), estrelló su avión en el desierto donde estuvo vagando, sin prácticamente alimentos durante tres días y tres noches. Esta vivencia la relata en su libro Tierra de hombres (1939) y cuenta que sintió que se fundía con el desierto y vivió la experiencia onírica que plasmó en su célebre novela corta El principito (1943).
Los expertos en neurociencias piensan que cuando el cerebro deja también de funcionar la conciencia. La ciencia especula que el cerebro no crea la conciencia, sino que este tan sólo sea un mediador entre nuestra experiencia vital y la Consciencia Universal que somos y que nunca muere.
Algunas filosofías dejan claro que nuestra conciencia vuelve al Universo simplemente porque afirman que este es Consciencia. Así pues, nuestra experiencia vital sería parte de la vivencia de la consciencia universal. Se especula que esta queda disponible para una nueva experiencia en forma material.
La Teoría de la Información Integrada (IIT) formulada en 2004 por el neurocientífico italiano Giulio Tononi (1960 -) y revisada posteriormente, intenta explicar qué es la consciencia y por qué podría estar asociada con ciertos sistemas físicos.
Según la visión de la IIT, la consciencia de un sistema está determinada por sus propiedades causales y, por lo tanto, es una propiedad intrínseca y fundamental de cualquier sistema físico. Partiendo de la experiencia consciente , la IIT propugna cinco axiomas fenomenológicos: de existencia, de composición, de información, de integración y de exclusión.
Una de las teorías filosóficas más antiguas de comprensión de nuestra realidad es el panpsiquismo. Esta corriente que encontramos en la antigua Grecia y que fue revisada lo largo del siglo XIX asume la visión de que la mente o un aspecto similar a esta, como la consciencia, es una característica fundamental y ubicua de la realidad.
Platón ya explicó esta visión en la alegoría de la caverna. Este filósofo imaginó que la experiencia humana era como un espectáculo de sombras que se proyectan delante de nosotros desde las formas arquetípicas ideales que están fuera y que no percibimos. En esta visión, la luz es la consciencia y los arquetipos constituyen la realidad trascendente y el espectáculo de sombras la realidad inmanente observada.
Así pues la consciencia impregnaría el universo y sería característica fundamental del mismo. Como lo expresa el libro hermético el Kybalion: el Universo es mental.
El científico alemán-estadounidense especializado en neurociencia Christof Koch (1956) afirma que la consciencia es toda experiencia y está en todo. Se ubica en la melodía pegada en tu cabeza la dulzura de la mousse de chocolate, la dolor punzante de un dolor de muelas, el feroz amor por un hijo y el amargo conocimiento que eventualmente todos los sentimientos y recuerdos se esfuman con la muerte (1).
Des de la interpretación de la física cuántica, esto no significa que literalmente todo sea consciente. sino que los componentes fundamentales de la realidad, tal vez electrones y quarks, tienen formas de experiencia. Por tanto, su experiencia luego se traduce en procesos biofísicos en el cerebro humano o animal.
Desde la visión panpsiquista es coherente suponer que este continuo de consciencia que se desvanece sin nunca apagarse del todo continúa impregnado en la materia inorgánica, con partículas fundamentales que tienen formas de experiencia casi inimaginablemente simples pero que dan continuidad a la eternidad inmanente en lo material.
El filósofo bitánico, Philip Goff autor de Galileo’s Error: Foundations for a New Science of Consciousness (2020) defiende el panpsiquismo desde una visión radical: ¿y si la consciencia no es algo especial que hace el cerebro, sino una cualidad inherente a toda la materia?.
En cambio el biocentrismo, promovido por Robert Lanza (1956 -), formula que el espacio y el tiempo son simplemente las herramientas que nuestra mente utiliza para entrelazar la información en una experiencia coherente empleando algoritmos mentales para crear una realidad espacio-temporal que percibimos de "carne y hueso".
La vida, según Robert Lanza, es una aventura que trasciende nuestra forma lineal ordinaria de pensar; cuando morimos, no lo hacemos según una matriz aleatoria, sino según la matriz ineludible de la vida.
La muerte no existe en un mundo sin espacio ni tiempo. La inmortalidad no significa la existencia perpetua en el sistema temporal, sino que se encuentra completamente fuera del tiempo
Lanza asegura que el biocentrismo explica que el universo sólo existe debido a la conciencia de los individuos sobre sí mismo y que conceptos como espacio y tiempo son sólo instrumentos inventados por la mente.
En definitiva, "la muerte es muy parecida a terminar una buena serie de televisión, ya sea "Anatomía de Grey", "Smallville" o "Dallas", excepto que el multiverso tiene una colección de DVDs mucho más amplia que el catálogo de Netflix".
En la muerte, la identidad cambia los puntos de referencia, la persona sigue siendo, pero en un no tiempo en el que se experimentan diferentes vidas, diferentes amigos e incluso diferentes mundos. Algunas experiencias de testimonios recibiendo mensajes de sus seres queridos muertos avalan esta visión.
En la vida humana cotidiana no es fácil sintonizarse con estos estados elevados de conciencia que nos permiten visualizar la consciencia universal.
Algunos investigadores estudian lo que sucede a nuestra parte consciente tras el corte del flujo cerebral, y de esta manera poder observar sus efectos en la experiencia biofísica del paciente en proceso de morir (2). Esta última opción es la que explora en la ficción la película Enganchados a la muerte.
Pero los estudios actuales sobre el proceso de morir han quedado desfasados con la visión aportada por la física cuántica. Sin duda, esta aproximación científica ha cambiado nuestro paradigma.
Ahora disponemos de otros paradigmas para investigar otras realidades que la estrictamente que observamos y es repetible. Por eso, estudiar las experiencias cercanas a la muerte tienen un denominador común: nos ayuda a comprender la consciencia como experiencia vital (3).
Una certeza es que la consciencia o el alma sólo viven en modo presente (sin pasado ni futuro) ya que el tiempo es la modificación resultante de la presencia del observador
En la visión clásica religiosa se nos plantea que hay una Consciencia (diversamente nombrada como Espíritu, Dios, Tao, Brahmán, etc.) que prevalece sobre la materia.
En cambio en la versión cuántica, la consciencia podría verse como algo unitivo y trascendente, pero que se hace presente en cada uno de los seres humanos para aprender o experimentar.
Cada vez más investigadores están persuadidos que la experiencia vital en forma material es la manifestación de las formas trascendentes de la Consciencia.